Sostiene Michael Ignatieff que la democracia no puede funcionar en ausencia de una cultura de respeto a tu antagonista. De ser así, nuestra democracia dejó de funcionar hace tiempo. A mi tampoco me gusta el pacto para la formación de gobierno, pero es el único que puede romper el maldito bloqueo que nos tiene paralizados. La alternativa opuesta, un acuerdo PSOE-PP, sólo existe en la abstracción aritmética y en la retórica de las tertulias. Sin olvidar el coste que tendría para ambos partidos: en Alemania la grosse koalitcion ha dejado al poderoso SPD al borde de la insignificancia y la CDU gravemente amenazada por la extrema derecha. En las elecciones anteriores tampoco fue posible la solución PSOE-C's, entre otras cosas por que Rivera optó por disputar el liderazgo de la derecha a PP y Vox. Así las cosas, Sánchez confió en que, en unas nuevas elecciones, los errores del dirigente naranja atraería a su electorado descontento hacia el PSOE. Pero no fue así ya que el mayor beneficiado del naranjazo fue Vox. Ahora los votos de C's son irrelevantes y los del PP imposibles. La derecha sigue encerrada en la estrategia del perro del hortelano, lo que no deja más solución que la que saldrá adelante en los próximos días.

Se me ocurren al menos dos razones para apoyar la formación de un gobierno que no me gusta. La primera es por la necesidad de cambiar las políticas económicas: la desigualdad, el deterioro de los servicios públicos y precariedad en el empleo siguen siendo una constante una vez superada la crisis, al menos en términos macroeconómicos. Querer combatir los problemas de nuestra economía con masivas bajadas de impuesto es un desatino social y económico. Por eso creo necesario un gobierno que cambie el rumbo de la política económica. En cuanto al problema independentista, creo que, más allá de las grandes palabras, convendría recapitular. La vía unilateral está cerrada, como siempre lo ha estado, la sentencia del TS ha resuelto lo que tenía que resolver, pero el problema sigue igualmente enquistado. Y aún está pendiente la cuestión de los tribunales europeos. Así que parece razonable intentar un nuevo camino, que rebaje la tensión y abra nuevas vías. El gobierno sólo puede actuar dentro de la legalidad, incluyendo aquello que se acuerde y pueda ser motivo de una consulta legal. Además de que, por imperativo ideológico, la izquierda no puede renunciar a la integridad y fortaleza del Estado como palanca de cambio.

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