De rebote

José Manuel Olías

Tambores

17 de abril 2014 - 01:00

UNA saeta, más tarde una marcha mientras otra cofradía más transita por calle Larios, es la banda sonora de este artículo. El sonido de las cornetas y tambores es uno de los que está metido en mi cabeza desde la infancia. Igual que los petardos o los fuegos artificiales siempre me espantaron éste me resultaba agradable. Tampoco es que ahora resulte un tormento.

Mientras le echo un vistazo a Twitter veo fotos rebotadas tomadas desde la perspectiva de un hombre de trono. Igual el espectáculo ha devorado a la Semana Santa. Es una reflexión que oigo desde que tengo uso de razón. Aunque los que perdimos la devoción entre tambores y cornetas igual lo vemos desde otra perspectiva. Siempre asocié estos días al recogimiento y la solemnidad y no a la frivolidad, me impactaba ese silencio o apagón de luces. Para comprender mejor la evolución de un fenómeno del que un día fui parte leo en estas páginas las magníficas crónicas diarias de mi compañero Pablo Bujalance, que trascienden la fe y la devoción para hacer un retrato fidedigno de la sociedad malagueña. Y también el itinerario para ver cómo llegar a casa por el camino más corto.

El espléndido tiempo que acompaña en esta ocasión, no recordaba una sin una gota de lluvia o amenaza, realza todo y posibilitará una triunfante semana para la hostelería. Un amigo restaurador me decía ayer que era el mejor arranque en años a la espera del fin de semana. A los observadores de la Semana Santa sin implicación emocional en la misma nos llama la atención las rivalidades o las rencillas dentro de la misma cofradía. De los exabruptos del obispo mejor no opinar. Le oía a amigos cofrades que había sido la peor Cuaresma que recordaban por lo que se había empozoñado.

Con este sonido de cornetas y tambores me voy de Málaga hasta el domingo. Un buen amigo del mundillo del baloncesto me diría que ya queda menos para el 29 de marzo. No lo sabía, he tenido que mirarlo. Es el Domingo de Ramos de 2015. Volverán las saetas, quizá la amenaza de lluvia, también las peleas cainitas. Y, seguro, los tambores.

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