Al final del túnel
José Luis Raya
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Ojo de pez
Sucederá en el resto de las provincias andaluzas o se trata de otra originalidad propia granadina? La voz artificial de la compañía de taxi indica que no hay disponibles. Intento otras compañías con el mismo resultado. Doy por hecho que es fruto de la contraprogramación, ese concepto del que me abstengo de hablar por no alterar susceptibilidades susceptibles, pero Corpus y Festivales a la vez deben llevar de cabeza a los taxistas que no hayan decidido huir del infierno térmico y bajarse a la playa con sus familias. No queda otra. Utilizar vehículo propio. Justo lo que se debería evitar. Salgo a la calle y ahí están, con su pilotito verde, arriba y abajo, delante, detrás, 'apatrullando' la ciudad. No entiendo nada. Marco los múltiples 3 que contiene el número de la compañía que me negó el servicio, le expongo mi sorpresa y la chica niega la mayor. Cuelga dejándome con la palabra interrupta. Propio de la amabilidad con la que se nos define. En la parada del Triunfo, a cinco minutos de mi casa, se agolpan los vehículos, como luciérnagas con sus lucecitas. Llamo a la compañía de la que soy cliente y expongo mi duda, ¿por qué estando la parada llena deniegan el servicio? La chica, ésta más amable, da una explicación que me deja en blanco. Culpables: los algoritmos, esos de los que hablé en su momento. Si los taxis tardan en responder, el algoritmo, sabedor de la desesperanza propia del que espera, hace que la máquina comunique la indisponibilidad justo antes de que el cliente llegue al clímax del aburrimiento. La chica intenta convencerme de que en realidad la máquina, en un alarde de consideración y mimo, niega el servicio para no poner a prueba mi estoicismo... A la salida del concierto no hay ni un taxi en la parada de la Alhambra. Es el Festival de Música y Danza, el evento más importante que la ciudad muestra cara al exterior. La gente forma una fila ordenada, especulan sobre si estarán en el recinto ferial. De camino a casa, me cruzo con ellos por varias vías con su luz brillante de desocupados, mientras la gente se desespera en la colina esperando; los veo estacionados con la bandera al fondo y sus pilotitos prendidos y no consigo comprender cómo funcionamos. Todo aquello a lo que esta ciudad aspira, sin ser capaces de estar donde debemos. Eso sí, nos manifestaremos contra Uber, Cabify, DiDi..., contra lo nuevo, contra lo impropio. Aunque el reloj marque otro tiempo, Granada "no tiene prisa", escribía su poeta en 1926. ¿Hacia qué futuro vertiginoso aspiramos caminando enterrados hasta la cintura? Arrastrando siempre el pesado lastre de lo que somos.
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