The Hollow Man

Cuando discuten sobre si Rivera tendría que haber pactado o no, están describiendo a Pedro Sánchez

Aunque la actualidad política no da un respiro, cada poco alguien recuerda que Albert Rivera pudo pactar con Pedro Sánchez, y no quiso. A la vista del Gobierno que tenemos encima, unos aprovechan el recuerdo para aplaudir la visión profética de Rivera, que no se fio del líder socialista; y otros para lamentar amargamente que Albert no viese lo que venía y nos lo evitase.

Así planteado, el problema se enreda en un juego de futuribles tan melancólico como inútil. Rivera cumplió su promesa como si no hubiese sido político, y no pactó, y dejó de ser político. Lo interesante, sin embargo, es centrarnos en el hoy y el ahora, con independencia de lo que defendiésemos entonces (yo, en varios artículos, la oferta a Sánchez de un pacto táctico, esto es, uno muy exigente y sustancial que, al menos, lo dejase en evidencia). Pero si nos centramos en el ahora, tanto lamento por la omisión de Rivera nos sitúa ante un dilema intelectual apasionante, un casi misterio policíaco.

Analicemos las pistas. Los que defienden que Rivera dejó pasar una oportunidad de oro para forzar un Gobierno serio y constitucionalista sostienen, implícitamente, que Pedro Sánchez es un hombre hueco. Un muñeco vacío que tanto puede llenarse con la paja seca de Pablo Iglesias como con el relleno de foam polietileno de Rivera. Lo que subyace es terrible. Un presidente no sólo sin programa, sino programable. Con versatilidad de sobra como para ser o un socialdemócrata danés o un populista caribeño.

Entonces uno se pregunta (y no es una pregunta retórica): ¿merecía la pena que Rivera, para evitarnos este gobierno de colisión, digo de coalición, hubiese regalado el honor y la responsabilidad de la presidencia de España a un maniquí tan elástico?

Lo realmente curioso es que los que defienden que Rivera hizo lo correcto no añaden sino responder a esta pregunta: "¡No, de ningún modo! Que mejor que con esa responsabilidad cargue Iglesias". Pero no dudan tampoco de que Rivera podría haber pactado con Sánchez y haberlo movido (cual marioneta) hacia la democracia más equiparable con el modelo nórdico tal y como prometía el mismo Sánchez en la campaña.

A partir de este momento, hay que dejar de preguntarse por Rivera y su jardín de los senderos que se bifurcaban. La pregunta inquietante es si puede existir alguien tan hueco o tan maleable. Parece que sí y que es el actual presidente del Gobierno del Reino de España.

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