Esta boca es tuya

Antonio Cambril

cambrilantonio@gmail.com

Tobillo de mujer

Si algo suele pensar un militar de una señora con coraje es que, por muchos huevos que tenga, él tiene dos más

El machismo es consustancial al Ejército y a otras instituciones sustentadas históricamente sobre el vigor físico. Si algo suele pensar un militar ordinario de una señora con coraje es que, por muchos huevos que tenga, él tiene dos más. De ahí que la incorporación de la mujer esté costando y salten con frecuencia noticias relacionadas con abusos de distinto tipo. El último caso afecta a la aspirante a una plaza de psicóloga que fue descartada por lucir un grabado en el tobillo. Durante siglos el tatuaje ha sido un signo generalmente marginal y eminentemente masculino. Hasta los 70 lo portaban presos, marineros, legionarios y moradores de escenarios exóticos y arriesgados. Entonces el dibujo más célebre era un corazón atravesado por una flecha y normalmente estaba destinado a impresionar a una perdularia o a homenajear a la propia madre. A veces, el hombre-mapa se echaba una cruz enorme a las espaldas o se hacía marcar la inscripción "Amor eterno" quince días antes de romper con la mujer cuyo nombre le acompañaría hasta la hora final. Abundaban mucho entonces entre los jubilados de los tercios africanistas sin más patria que el recuerdo de la cabra y el himno de la Legión. Más tarde fue adoptado por actores, músicos y otros protagonistas del mundo de la interpretación, que refinaron los mensajes con figuras de mariposas o frases memorables. Y finalmente el tatuaje llegó al mundo del deporte, pobló, hasta cubrirlo por completo, el cuerpo de los gladiadores modernos, de boxeadores y futbolistas que empezaron grabándose haikus y acabaron exhibiendo sobre su piel las obras completas de Yukio Mishima. Muchos jugadores españoles han logrado así el milagro de expresarse mucho mejor en japonés que en castellano.

El tatuaje, como otros elementos ligados a la juventud y a la moda, provoca sentimientos de complicidad entre sus portadores y rechazo en parte del cuerpo social. El Ejército, conservador por tradición, lo permite en sus elementos inferiores, pero no ha podido soportar su visión en el tobillo femenino de una aspirante a psicóloga, como si supusiera un peligro inminente para la patria. Es evidente que alguien se ha dejado llevar por el prejuicio… pero ha topado con Margarita Robles. La primera decisión de la ministra de Defensa ha consistido en modificar las bases de acceso para "garantizar la igualdad entre hombres y mujeres en la uniformidad". Ya decía mi abuela, que tampoco levantaba metro y medio, que "la que es chiquitilla y buena es porque quiere, razón no tiene ninguna". Bien por ellas. Por mi abuela y por la Robles. ¡Menuda es!

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