El lanzador de cuchillos

Lo de Toni (no) cantó

Toni Cantó no es un tránsfuga: se marchó de UPyD, y ahora de Cs, renunciando a su escaño

Atoni Cantó le ha caído encima el sociopodemismo mediático y tuitero por su incorporación a las listas del PP en las elecciones a la Comunidad de Madrid. Es verdad que estéticamente puede resultar chocante -hay que felicitar a su agente, que le ha buscado trabajo en apenas una semana-, pero ni sus críticos más sañudos podrán negar al actor -que, ciertamente, tiene tendencia a abandonar los barcos que se hunden- su coherencia en la defensa continuada de las mismas ideas. De él se puede decir, como de un amigo mío, tránsfuga del matrimonio, que sus nuevas parejas se dan siempre un aire a las anteriores. Tiene razón Alfonso García, el tipo que vendía sólo obras maestras en su tienda de discos madrileña y hoy ejerce en las redes de analista diletante y lúcido, cuando afirma que el chaquetero no es el que se marcha de una formación política y, al poco, se une a otro proyecto similar, sino el que acompaña a los dirigentes de su partido de manera acrítica en bandazos y cambios de postura sobre cuestiones importantes como, pongamos por caso, los principios.

Los partidos políticos que firmaron en 1998 el Pacto Antitransfuguismo (actualizado en 2020) se comprometieron a no admitir en sus grupos a un concejal, diputado, senador… elegido en la candidatura de otra formación, mientras mantuviese el cargo conseguido en su partido original. Toni Cantó, por más que se empeñen los editorialistas orgánicos (Gistau dixit), no es un tránsfuga: se marchó de UPyD, y ahora de Ciudadanos, renunciando a su escaño. Ni siquiera es una veleta, porque en la carrera política del actor valenciano el viento ha soplado siempre del mismo lado; es, si acaso, un desertor lampedusiano, que sabe que a veces es necesario cambiar para que todo siga como antes. De magenta, naranjito o azulón, Toni Cantó siempre ha peleado por (y contra) las mismas cosas, lo que le ha valido ser objetivo prioritario de los dardos envenenados de los políticos y opinadores de izquierdas, porque tiene lecturas -bien asimiladas- y unas ideas muy claras que expresa con una elocuencia extraordinaria; además, está dispuesto a dar la batalla cultural, lo que le emparenta directamente con otra bestia negra del universo Frankenstein: Cayetana Álvarez de Toledo.

Es curioso: quienes hoy ponen el grito en el cielo por el fichaje de Cantó son los que defendieron a quien apoyó primero el 155 y, después, la Mesa de Partidos, al insomne que acabó durmiendo con su (nuestro) enemigo. Al Sánchez que convirtió al PSOE en tránsfuga de sí mismo.

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