La ciudad y los días

carlos / colón

Toques de queda

HAY cosas que sólo se pueden decir cuando se levanta el toque de queda políticamente correcto; y que están mal vistas, muy mal vistas, decir cuando está vigente ese toque de queda. Si, por ejemplo, usted dice durante él que la desestructuración familiar -separaciones, divorcios, etc.- afecta a los niños, generándoles ansiedad y sufrimiento, será inmediatamente tachado de carcundia, meapilas, reaccionario, integrista, lacayo de los obispos… Y sus palabras se considerarán una intolerable injerencia del catolicismo en la vida pública, una indeseable imposición de convicciones particulares sobre todos los ciudadanos.

Pero si usted dice lo mismo cuando se ha levantado el toque de queda políticamente correcto, es aplaudido por hacer una aportación objetiva, científica, sociológica, de valor y aplicación universal. Las palabras son exactamente las mismas, pero en el primer caso están bajo sospecha de creencia y en el segundo avaladas por las ciencias psicológicas y sociales.

Es lo que acaba de pasar durante la celebración de la jornada "Crisis económica, menores y justicia", en la que desde instancias judiciales, psicológicas, sociológicas y de ONG se ha afirmado que "la tensión en los hogares está efectivamente incidiendo en un aumento de la violencia que sufren los niños, que viven procesos de desahucio, de separación de padres que tienen dificultades para mantener dos hogares y ven recortada la atención especializada por la reducción de los recursos en el ámbito de la justicia". No sé cuántos doctorados y másteres habrá que tener para llegar a estas conclusiones. Pero quien sólo se sirve de la experiencia y del sentido común sabe que la pobreza, los desahucios y las separaciones producen tensiones familiares que repercuten en los niños.

A lo que habría que añadir que cuando las separaciones no se deben a la crisis también generan sufrimiento en los niños y también los convierte en víctimas de la violencia. ¿O está la crisis tras las muertes de los pequeños Ruth y José o de la infanticida de Pilas? La multiplicación de casos de maltrato infantil -que ha crecido un 13,6% en 2012- y de asesinatos de niños perpetrados por sus madres y padres no es achacable sólo a la crisis económica, sino sobre todo a la crisis de valores y la deshumanización de la vida cotidiana. Además de a otro factor que tampoco es correcto mencionar: la maldad. Eso que los católicos llamamos pecado.

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