Toro de Coria

Es muy curioso ver ese río tan romano, tan árabe y tan andaluz lleno de luciérnagas de papel como si fuera el Shinano

Aunque ustedes no conozcan al catedrático, flamencólogo y escritor Juan Manuel Suárez Japón es difícil que no hayan oído hablar de Coria y la relación de esta población sevillana, ribereña del Guadalquivir, y los samuráis que en el siglo XVI llegaron a Andalucía y dejaron una huella indeleble. Tanta que, siglos después, aparte de ese apellido, Japón, que se prodiga entre los corianos, hay una singular relación entre ambas culturas, avivada desde 1992 y singularmente celebrada en agosto desde hace cinco años con una hermosa tradición que nos transporta a otros siglos y a casi las antípodas del planeta. En 2017 y fruto de ese intercambio mimado por el Ayuntamiento –y algunos entusiastas como el mencionado Suárez Japón, uno de los primeros consejeros de Cultura de nuestra autonomía– se celebró por primera vez el Toro Nagashi, una bellísima ceremonia de recuerdo a los difuntos que llena de farolillos el río. Seguro que muchos de los lectores lo han visto o lo han leído porque es muy curioso ver ese río, tan romano, tan árabe, tan colombino y magallanesco y tan andaluz lleno de luciérnagas de papel como si fuera el Shinano, el río más largo del país del Sol Naciente. Es maravilloso comprobar cómo hay una lengua común simbólica, gestual, que nos aúna, aunque vivamos a millares de kilómetros y nuestras Historias sean incluso disparatadamente dispares. Pero, aparte de admirar la belleza y de aplaudir la capacidad de vínculo de las tradiciones y la cultura, lo que me viene a la cabeza, fíjense el capricho, es la enjundia del nombre del rito. Que los humanos respetemos a los muertos es civilizatorio y digno, y lo es desde la diferencia de creencias y tradiciones, pero que se llame precisamente Toro, qué quieren, me hizo sonreír por la cantidad de juegos de palabras a los que se presta la expresión. Hace dos días corrió la enésima firma contra los toros embolados y los de fuego, para mi pasmo porque los creí extinguidos de nuestras fiestas. Se ve que no, o no al menos como en Cortelazor, bellísima villa de Huelva, donde se celebra, pero reconvertido en espectáculo de cohetes y petardos y sin dolor para ningún animal. La bronca entre pros y antitaurinos, aparte de ser usada por motivos identitarios y políticos, provoca furor y a veces hace difícil el entendimiento entre unos y otros. Nunca se practica tanto el maniqueísmo como con ese debate, aunque haya voces tan sensatas de una y otra parte y aunque, incluso los más admiradores del toreo, reconocieran hace no tanto la crisis de un espectáculo que tiene difícil su pervivencia y no sólo por cuestión de sensibilidades sino por el cruel mercado (amigo). Y vienen los nipones/corianos a llamar Toro Nashiga a una bellísima tradición efímera, bella, liviana. Como un poema. La lección de hermanarse en la vida y honrando a los que viven en el recuerdo. Arigato gosaimasu a los corianos.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios