De la Torre y las despedidas

Málaga es ciudad de contrastes. Del turismo de borrachera a peón en la geopolítica mundial con la torre catarí del puerto

F ALTA un año para las elecciones municipales y el alcalde navega en piloto automático de campaña. Hasta junio de 2023 prohibido enfadar a un colectivo con edad de votar. El equipo de gobierno cuenta con preparador personal para entrenar su línea defensiva. Deben despejar todos los problemas. Por ejemplo, el turismo de borrachera.

Primero fueron las declaraciones del concejal de Seguridad, Avelino Barrionuevo. Rogaba a los camareros que se implicaran más con los grupos que se desmadren en los bares. Después el de Turismo, Jacobo Florido, perfeccionó el sistema. La fórmula mágica consiste en que los hosteleros "sean más contundentes con las conductas incívicas en sus locales". No sé si necesitarán contratar a mercenarios para convencer a la clientela a partir de la quinta copa. Pero debe quedar claro que no hay que demonizar las despedidas de soltero para que regresen de casados.

El Ayuntamiento de la capital aprobó en 2019 una ordenanza con el pomposo título de "garantía de la convivencia ciudadana y la protección del espacio urbano en la ciudad de Málaga". A simple vista habría que pedirle algo tan simple como que haga cumplir su ley. Pero si la Policía Local se hace demasiado visible, agua la fiesta. Si multa, por ejemplo, cuando se consuma fuera de las terrazas (hasta 24.000 euros contempla la sanción) se disuade a futuros visitantes. La Ciudad del Paraíso ya no sería un espacio de suprema libertad. Y se arruina este negocio.

El espectáculo de las últimas semanas en el centro es sólo un pequeño anticipo de lo que puede suceder cuando se recupere este año la Feria de Agosto. El riesgo de incidentes graves se multiplicará. En la última edición ya se comprobó ese efecto llamada entre las capas de población más jóvenes de muchas zonas de España. Dos años de paréntesis y ahora en busca del tiempo perdido. Es ésta, sin embargo, una Málaga de contrastes. El de los que miden la modernidad de la ciudad por el número de plantas que quieren contar desde abajo. La de los que se ufanan de que la torre del puerto pueda ser un peón de intercambio en la geopolítica occidental. Si Argelia corta el gas, Catar nos lo venderá licuado y por barco. La Málaga que atrae universidades de Cataluña porque entienden que hay masa crítica para dar formación on line a trabajadores de más de 35 años que necesitan reciclarse. La que atrae multinacionales para captar talento joven que quiera vivir aquí para desarrollar el 7G para el mundo. La de Francisco de la Torre, mientras deshoja una margarita electoral, que anhela la posibilidad de aligerar su agenda para practicar deporte. Lo que es seguro que no le gustan las despedidas.

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