Universidades públicas y privadas

El anuncio de la aprobación de dos universidades no públicas en Andalucía ha generado una histérica reacción de los rectores

Hace ya más de una década, el iluso rector de una de las universidades privadas -o de iniciativa social, como sería más justo en este caso- más prestigiosas de España, escribía en el monográfico dedicado a la Universidad europea por la revista italiana Atlantide: "A pesar de que el sistema universitario español seguirá estando durante bastante tiempo aún dominado por la dicotomía público/privado de sus componentes, son muchos los campos de acercamiento entre ambas realidades y cada vez mayor la naturalidad de las relaciones entre ellas. La dicotomía público/privado será contemplada en el futuro, sobre todo por los alumnos y el conjunto de la comunidad universitaria, como un falso dilema. La verdadera distinción habrá que hacerla entre universidades buenas y malas, o, si se prefiere, excelentes y meramente pasables".

Pasados casi quince años, el mero anuncio de la aprobación de dos universidades no públicas en Andalucía -muy diferentes por cierto en proyecto, prestigio y tradición académica de sus promotores- ha generado una histérica reacción de los rectores de las universidades públicas andaluzas, más propia de maestros gremiales defensores de su oligopolio que de supuestos adalides del progreso de la enseñanza superior y del conocimiento. ¿Qué autoridad ostentan estos señores para exigir el cierre del sistema en su único y absoluto beneficio? El sistema universitario andaluz destaca por dos características en el conjunto de España: por la prácticamente nula presencia de universidades privadas, con la sola excepción de la sevillana Loyola, y por ocupar, en conjunto, la cola en cualquier clasificación o ranking de calidad. Da la fatal casualidad de que las regiones en las que la oferta privada es mayor, al mismo tiempo poseen las mejores universidades públicas. Así, la brecha en la enseñanza superior entre Andalucía y el resto de las regiones punteras no puede dejar de crecer.

El iluso rector de nuestro comienzo, que había sido previamente profesor de una universidad pública andaluza durante más de treinta años, regresó a ella tras agotar la excedencia solicitada. Pensaba, rematadamente iluso, que quizá su experiencia podría interesar a algún mandatario universitario andaluz. Básicamente esta consistía en saber cómo podía funcionar una institución de alto prestigio académico y social, con cerca de 15.000 alumnos y más de mil profesores, sin que el Estado comprometiera en ella ni un euro. Hasta hoy.

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