Carmen Camacho

Vacaciones en Instagram

Cambio de sentido

Lo que verdaderamente vivimos es tan tremendamente bello como poco 'instagrameable'

26 de agosto 2022 - 01:35

Dos noticias que tienen que ver con los efectos idiotizantes de Instagram, y otras redes especulares por el estilo, me han dejado loca estos días. Una contaba que hay gente, no poca, que elige su lugar de vacaciones por ser instagrameable. Y que eso es trabajo y dinero para los influencers, que promocionan destinos retratándose en ellos, y al poco tiempo desembarcan allí hordas de visitantes en busca de la misma foto y pose. También decía la pieza informativa que hay influencers tan responsables con el turismo sostenible que no etiquetan el sitio donde se hacen la foto, para que no se colapse. Cada vez que veo en la red a la usuaria de turno con la pamela y los tacones de cuña en un sembrado, o con el traje de lentejuelas en un olivar, o luciendo un biquini de marca entre un rebaño de ovejas, no puedo evitar imaginarme al guarda de aquello tratando de espantarla a voces. Quizá recuerden cuando, hará un año o así, un campo de amapolas en Alcalá de Guadaíra, Sevilla, se hizo viral en las redes, y acabó prácticamente destrozado, pisoteado por el montón de gente que fue con su prima a hacerse allí su reportaje de fotos (la plantación estaba sulfatada, todavía se estarán rascando). O cuando la borrasca Filomena, que hubo quien se jugó el físico por coger el coche para retratarse en la nieve.

La segunda noticia de estos días relacionada con ese callejón de los espejos llamado redes sociales, es que hay gente que hace turismo de incendios. Que se acerca donde hay un fuego forestal para hacerse un vídeo o fotos, con las que recaudar likes para su precario ego. Esto está llegando a entorpecer las labores de extinción, y más de uno se ha achicharrado los pinreles por pisar el suelo aún caliente, con tal de que lo veamos monísimo entre las llamas. El fin de los tiempos se avecina, y yo aún no sé qué ponerme.

Sucede que, a diario, contemplamos en estas redes la precariedad, disfrazada de ostentación, de quienes hacen depender su autoestima de la aprobación de los demás. Sucede que, a diario, hay quien falsea su realidad hasta convertirla en lo que no es, lo que acaba generando frustración. Qué esfuerzo y qué reniego de sí, ser quien no se es para tratar de parecer auténtico. Sucede que estamos viviendo un tiempo de ensimismamiento sin contornos. Más que juzgarlo, certifico que hay víctimas, muchas de ellas jóvenes, de un delirio autorreferencial. Lo que verdaderamente vivimos es tan tremendamente bello como poco instagrameable.

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