DESDE hace cinco años, cuando me toca elaborar el resumen de lo más relevante que ha sucedido en Málaga los 12 meses anteriores para el anuario del grupo Joly, editor de este periódico, y necesito buscar algunos elementos de optimismo que endulcen el amargor de nuestra economía, el PTA siempre acude puntual a su cita. Con su solidez se encarga de demostrarnos que junto a la Universidad, que esta semana celebra su 40 cumpleaños, son las dos instituciones que más prestigian a esta provincia en su presente e infunden mayor confianza en su futuro.
Me tocó vivir muy de cerca todo el proceso de creación de la tecnópolis. Todavía recuerdo aquella maqueta que Felipe Romera me mostró en su primera oficina de La Malagueta. Los recelos ante un proyecto incierto. Tras el desastre de Intelhorce y su paulatina desaparición, Málaga se quedaba sin grandes empresas. Creíamos que el recinto de Campanillas suponía la esperanza de una alternativa que pudiera crear muchos puestos de trabajo y reducir el crónico azote del paro. Recelos porque el PTA nacía de la mano de la Junta y su homólogo andaluz, Cartuja 93 en Sevilla, lo hacía del brazo del Gobierno central que sospechábamos más potente.
Durante mucho tiempo al PTA se le mimó al punto de que era un asunto tabú informar sobre los problemas de las empresas y menos aún certificar el cierre de alguna. Una cuestión de Estado. El proyecto necesitaba el cariño de todos y el menor ruido mediático posible. Debía salir bien. Hoy sigo pensando que hay cientos de miles de malagueños para los que veinte años después estas siglas son unas grandes desconocidas, tal vez como consecuencia de ese exceso de protección y de cultivar públicamente una realidad a veces almibarada. Afortunadamente ya no sucede nada porque sepamos que de las 590 empresas que anidan en este idílico templo tecnológico de la provincia un centenar pueden desaparecer en el corto plazo. Seguro que serán más las que abran para tomar su testigo. Es la ley de vida,
Dos décadas después, con teléfono móvil e internet, que por aquel entonces aún no se habían abierto camino en España e inmersos en la sociedad de la información, Málaga gracias al PTA marcha en la vanguardia.
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