Zapatero en la Casa Blanca

12 de octubre 2009 - 01:00

EL desfile de las Fuerzas Armadas, que tiene lugar en Madrid con motivo de la Fiesta Nacional, se ha convertido en un ceremonial de gestos políticos. Hoy, el Gobierno vasco estará representado por primera vez, por su consejero de Interior, Rodolfo Ares, y la presidenta del Parlamento, Arantza Quiroga, un signo más de la normalidad que se ha implantado en Euskadi. Hace seis años, el que entonces era jefe de la oposición, José Luis Rodríguez Zapatero, no quiso levantarse al paso de la bandera norteamericana como gesto de su rechazo a la guerra de Iraq, una decisión muy criticada al confundir un símbolo de un país con la decisión de una administración. Seis años después, mañana martes, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, recibirá en la Casa Blanca, a Rodríguez Zapatero, en un ambiente muy distinto al de aquella época, pero rodeado, también, de la barras y estrellas. Los líderes de ambos países están en plena sintonía: comparten la preocupación por el cambio climático, participan del acercamiento a los países musulmanes, pero también tienen serias dudas sobre la misión en Afganistán. España fue a ese país para ayudar a su reconstrucción después de la caída del régimen de los talibanes, una acción bélica que lideró EEUU con la operación Libertad Duradera. Si aquello es una guerra o no sólo pasa de una discusión semántica: lo cierto es que la misión de España, la de reconstruir las infraestructuras de Afganistán, es ahora imposible porque el avance de los talibanes y otros grupos de la insurgencia les impide moverse con libertad. La Administración Obama aún no ha decidido si enviar 40.000 soldados más como le pide el general McChrystal para no perder la guerra -este militar no tiene reparos en llamar al conflicto así- o replegarse para apurar acciones contra los talibanes como prefiere el vicepresidente Biden. España, que no participa en la operación Libertad Duradera, sino en la de la ISAF, no debe tomar decisiones unilaterales como ocurrió en Iraq, sino esperar a la decisión de sus socios de la OTAN, que también dependerá mucho de cómo resuelva Obama sus dudas.

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