Zelig

Ayuso entendió la lección y para celebrar su elección rebautizó al PP como "callejero y pandillero"

En 1983, Woody Allen presentó a Leonard Zelig en la película que tituló con ese apellido. Se trataba de un sujeto con la increíble capacidad de cambiar su apariencia física para adaptarla al medio en el que se encontraba. Pero si la capacidad de transformación del personaje cinematográfico solo resulta creíble en un episodio de Cuarto milenio, la adaptación del discurso que la complementa es una cualidad intelectual reivindicada por los más insignes politólogos de todos los tiempos. Ponderándola más que a la primera y reconociéndola como la única explicación posible para que un personaje cojo y repulsivo como Joseph Goebbels pudiera pasar por un ario de cabellera rubia y anchas espaldas, en lugar de acabar en un horno crematorio.

Isabel Díaz Ayuso entendió la lección desde el primer momento y, para celebrar su elección en el pasado congreso madrileño, rebautizó al PP como "callejero y pandillero", en un claro guiño a sus vecinos de Vallecas. Se cuidó mucho de llamarlo "pandillero juvenil". Ese término lo mantiene en la recámara a la espera de que su salto a la política nacional la lleve a hacer campaña en Guecho, donde Dinamita pa´ los pollos le puso música a la idea. Mientras tanto, y a la vista de los aplausos recibidos, la presidenta ha decidido redefinir el concepto de clase media a la medida de sus 103.090,32 euros anuales de sueldo, con los que cada día le resulta más difícil comprarse una vivienda en un Madrid en el que el precio se ha disparado. Valoración que ha realizado la presidenta de la comunidad autónoma con la misma tranquilidad con la que podría comentar la situación del mercado inmobiliario en Timor Oriental y mientras se sometía a una sesión fotográfica de cuidado estilismo.

Ayer por la mañana, el concejal de Urbanismo del ayuntamiento de Madrid participó en una mesa redonda en el Colegio de Arquitectos de Málaga bajo el título "Málaga, Madrid, Barcelona: tres modelos de ciudad, tres casos de éxito". Para el político madrileño, la clave del suyo ha sido dejar hacer a los técnicos y a la iniciativa privada, y no imponer un modelo de ciudad. Que no es que no exista, sino que lo define esa iniciativa en exclusividad desde la pura rentabilidad empresarial. Que no siempre se acuerda del interés social. Si hubiera comentado su participación con su presidenta, Isabel le habría explicado los problemas que padecen la clase media madrileña bajo ese modelo.

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