Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
Zamiatin
LEO con interés el resumen del estudio de la Fundación BBVA sobre las actitudes hacia la ciencia, realizado en diez países europeos y Estados Unidos. Es un trabajo serio aunque, como en la mayor parte de los estudios de opinión, algunas conclusiones parecen estar marcadas como objetivos desde el planteamiento inicial. Valgan dos ejemplos.
Una de las preguntas enfrenta la teoría creacionista (religiosa) a la evolucionista (científica) como si más allá del fundamentalismo científico que niega a Dios y del integrismo religioso que niega la evolución, excediendo ambos los ámbitos que les son propios, no hubiera posturas complementarias en vez de excluyentes. La religión hace una interpretación simbólica (lo que no quiere decir falsa o ficcional) del origen del Universo y la ciencia busca una explicación científica. No hay colisión. Es más, lo que la ciencia va aportando confirma lo que en la Biblia se narra con las imágenes y el lenguaje de hace más de tres mil años: el Universo tiene un origen y tendrá un final; la vida humana surge al final de un proceso en el que la animal le antecede.
Como creyente nunca he considerado incompatibles ambos ámbitos. Y mucho menos he temido lo que la ciencia pueda demostrar, como si mi creencia fuera una superstición que se desvanecería a la luz de la razón o una superchería que debiera proteger sus engañifas con prohibiciones. Esto pasó, desgraciadamente, en el pasado. Pero no se trata de algo connatural a la religión, sino a la naturaleza humana. También en nombre de la ciencia se ha atropellado la razón con argumentos tan débiles, y hoy risibles si no fuera por la sangre que costaron, como los del darwinismo que justificaba "científicamente" el colonialismo o las aberraciones "científicas" de la Gran Enciclopedia Soviética.
Otro ejemplo de sesgo, esta vez en la interpretación de los datos, estuvo a cargo del presentador del estudio. Para explicar algunos resultados obtenidos en los Estados Unidos afirmó que se trata de "un país catalogado como desarrollado por su actividad comercial, pero que tiene características de países subdesarrollados como el fuerte apego a la religión o el patriotismo". Vaya por Dios. Ahora resulta que el fuerte apego a la religión (lo que no necesariamente significa fundamentalismo, ¿o acaso Teilhard de Chardin, Mounier o Juan XIII lo eran?) y el patriotismo (lo que no necesariamente significa patrioterismo fanático) son características de países subdesarrollados.
Pero esto son anécdotas. Lo que me aterró del estudio es lo que los españoles opinamos sobre los límites éticos de la ciencia.
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