PEDRO Moreno Brenes, el portavoz de Izquierda Unida en el Ayuntamiento de Málaga, se ha despedido de su cargo desde el atril y con el debate de los Presupuestos de la capital para 2013. Este próxima semana, su sustituto, Eduardo Zorrilla, se estrenará en la sesión del Estado de la Ciudad, en un relevo tranquilo pero cuestionable desde diversas ópticas.

El dirigente municipal de la coalición decide dedicar más tiempo a su familia y proseguir con mayor intensidad sus clases de derecho. En su bagaje, presume de que en estos cinco años al servicio de la ciudad nunca ha cobrado un sueldo como concejal, supongo que sí ha percibido los casi 12.000 euros anuales por su asistencia a los plenos, y justifica su adiós porque en la política no hay que eternizarse y es necesario marcar plazos. Como no suele citar entre las razones fundamentales de este paso atrás algunas causas de salud que podría esgrimir como fruto de su intensa actividad, es por lo que me permito censurar su decisión.

Cuando alguien comparece ante el electorado y le pide el voto, la mínima exigencia democrática obliga a cumplir el compromiso ante los votantes, si no surge algo de fuerza mayor. Él apenas permanecerá 20 meses en la Casona del Parque tras revalidar su acta de concejal en las elecciones de 2011. Y la opinión tampoco debe diferir de la que se ha expresado aquí con ocasión de los numerosos abandonos en las filas socialistas, por citar ejemplos fáciles de rescatar. Más aún, si su nombre, sin que lo negara, sonó con insistencia hace muy poco tiempo para ocupar un puesto como consejero de la Junta de Andalucía. Así que esta renuncia también podría interpretares como la frustración o la respuesta a esa falta de confianza depositada en él por parte de los dirigentes de su partido, con los que por cierto siempre mantuvo serias diferencias.

Para el Ayuntamiento de Málaga, que Moreno Brenes se marche es una muy mala noticia, al margen de lo que pueda demostrar su sustituto. Estamos ante un personaje muy sólido y necesario, en multitud de ocasiones brillante, con independencia de que se compartan o no sus firmes postulados comunistas y cristianos. En definitiva, un lujo en estos tiempos de tanta mediocridad.