Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
Si algo parece de verdad preocupante de Trump y su época es esa expresión de seriedad solemne de un personaje fatuo y narcisista. Los fanáticos no sólo carecen de sentido del humor sino que no lo soportan. Ahora en Trumpiland ha llegado el momento de expulsar a los cómicos. Esa gente sospechosa de hacernos pensar y reir, de cultivar el sarcasmo, la ironía y la crítica y, a veces, hasta la crítica a la sociedad. Al nuevo príncipe le molestan las críticas y los críticos. Lo nuevo del presidente naranja es antiguo: recortar la libertad la libertad de expresión e imponer la censura y, para ello, nada mejor que presionar para cancelar a esos cómicos críticos que tanto le molestan.
Corren malos tiempos para la risa en Estados Unidos. Un país donde el humor político forma parte de una larga tradición de humoristas como Lenny Bruce o músicos como Frank Zappa y, sobre todo, de los de late-night talk shows, que desde hace cincuenta años han sido siempre críticos con todos presidentes norteamericano, desde Gerard Ford hasta Trump.
El nuevo emperador quiere acabar con todo esto. Trump alardea de haber conseguido echar de las pantallas a grandes figuras como Stephen Colbert o Jimmy Kimmel, suspendido por Disney con la excusa de un monólogo sobre Charlie Kirk, el activista ultraconservador asesinado en Utah, en el que comentaba como el movimiento MAGA intentaba «sacar tajada política» del asunto. ¿Pasa algo? No. Jimmy Kimmel obtiene el apoyo de David Letterman, Stephen Colbert, Jimmy Fallon y Jon Stewart, algunos de los grandes presentadores de esos late night americanos, incluso en nuestro país, pero esto no va a cambiar su despido.
Las nuevas palabras esconden viejas realidades: La nueva cancelación no es otra cosa que la vieja censura. Todo viene del Presidente norteamericano más autoritario que hemos visto nunca. Es otro ataque más a la democracia. Trump demanda a los medios por contar lo que no le gusta y pone en la diana a otros presentadores críticos como Jimmy Fallon o Seth Meyers.
Trump es imprevisible y autoritario. Cada día de su mandato que pasa somos conscientes de su poder y del miedo que provoca. Sin embargo, tiene miedo a la risa. Tiene miedo a los cómicos. Y, por supuesto, a Jimmy Kimmel. Porque si eres un ególatra, fanático y autoritario lo que no quieres que te recuerden es que, muchas veces, detrás de ese Traje de Emperador no hay más que un Rey Desnudo. Por favor, que vuelva la palabra, que vuelvan los cómicos.
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