Monticello
Víctor J. Vázquez
Un triunfo póstumo
En tránsito
Los propagandistas de Pedro Sánchez se quejan de que se le acusa de presidir un gobierno “ilegítimo”, y tienen razón en que el gobierno de coalición de Sánchez es perfectamente legítimo. Ahora bien, me gustaría saber en qué país de Europa –o del mundo entero– se gobierna con una mayoría parlamentaria que incorpora a partidos que pretenden la destrucción del Estado del que forman parte, y que en algunos casos han intentado la destrucción de ese Estado por vías ilegales. A lo mejor esas mayorías parlamentarias existen en Mongolia Exterior o en Turkmenistán, países de los que no sabemos nada, pero desde luego no existen en los países que conocemos. ¿Sería concebible que la mayoría política que gobierna Alemania se sostuviera en partidos como Baviera Fuera de Alemania Ya? ¿Lo sería una mayoría parlamentaria en el Reino Unido que se apoyara en los independentistas escoceses?
Y sin embargo, Pedro Sánchez ha fundado toda su estrategia política en el apoyo de fuerzas que basan su ideología en el odio a España y a todo lo que representa la nación española: su lengua mayoritaria, su historia, sus instituciones y hasta sus costumbres (en algunos casos). Y esa es la anomalía –una anomalía única en el mundo– que los propagandistas de Sánchez intentan camuflar con la falacia de que se trata de una mayoría “progresista”. En opinión de los hipnotizadores mediáticos del sanchismo –el gabinete propagandístico de Sánchez es una versión digital del gabinete del Doctor Caligari–, lo único importante es el ideario progresista. Vale, muy bien, pero ¿se pueden considerar progresistas unos partidos que buscan destruir la caja única de las Pensiones, el Sistema Nacional de Salud y las bases conjuntas de la enseñanza pública? ¿Se pueden considerar progresistas unos partidos que intentan desmembrar una nación con criterios etnicistas, es decir, esencialmente nazis? ¿Y se pueden considerar progresistas unos partidos que actúan por criterios de puro egoísmo económico, en la estela del peor neoliberalismo, con su rechazo a pagar impuestos conjuntos o su negativa a cooperar al sostenimiento económico del resto del país? ¿En qué cabeza, o mejor dicho, en qué cabecita de alfiler puede caber esta anomalía conceptual?
Esa es la anomalía Sánchez. Y quien no quiera verlo, que le vote todas las veces que quiera.
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