Necesitábamos creer en la cordura, en la esperanza de que amaneciera y volviéramos a lo de siempre, a nuestras cuitas, a nuestras quejas y pesadumbres de diario. Ninguno nos imaginamos no hace tanto envueltos en un berenjenal así. Creímos que fue la pandemia. Pero no ha sido lo único. Una guerra, un virus, unas secuelas, una crisis galopante, una tristeza que nos encoje y empuja al cajón de los recuerdos. En España fuimos distintos. Tocaba serlo. Este miércoles celebran cuatro años, pero no sé de qué. Lo siento por grandes amigos y compañeros que siguen defendiendo lo indefendible. Estoy convencido que, si no pensaran que la defensa del líder supone la de las siglas y su historia en la realidad de este país, hace tiempo también estarían como yo, sin saber qué celebran.

Pedro Sánchez cumple cuatro años en el momento más difícil de su mandato: deteriorada relación con socios parlamentarios y encuestas restándole apoyo ciudadano. El 1 de junio de 2018 el Congreso aprobaba la primera moción de censura exitosa de la democracia. Sánchez contra Mariano Rajoy. Como presidente, fracasó en la aprobación de sus primeros presupuestos. La negativa de ERC propició dos opciones: pactar con Ciudadanos, lo que rechazó un Rivera que se veía sorpassando un PP tocado por la derrota de su líder; o un acuerdo con Podemos. Ninguna prosperó. Nuevas elecciones y lección a líder y partido que la historia nunca olvidará: Rivera deja la política tras el estrepitoso fracaso. Sánchez, en peores condiciones, pactó con los morados tras negarlo en campaña. Apoyo de ERC (fragmentación nacionalista de España) a cambio de concesiones a la independencia catalana, y nace la primera coalición de la historia democrática con Pablo Iglesias de vicepresidente.

Las flaquezas de una oposición sumida en problemas de identidad y discurso, propician un plan de acoso y derribo al PP en diversas autonomías y alcaldías. Otro estrepitoso fracaso de Sánchez. En Murcia, fracasa. En Madrid, donde Ayuso se adelantó con una convocatoria en la que arrasó y dio la puntilla a un Iglesias altamente preocupado por la imagen de traición ofrecida desde el Gobierno al discurso podemita. Sánchez pone a funcionar la barredora y deja fuera a pesos pesados como Redondo, Ábalos o Calvo. Las rencillas internas entre miembros de su Gobierno se convierten en pan nuestro de cada día. La ciudadanía no duda que cualquier anuncio realizado por un sector de gobierno, al día siguiente será denostado y criticado por el otro. Así, cuatro años.

Nadie cuestiona la resistencia del presidente. Lo demuestra a diario. Soy incapaz de contar las ocasiones en que el ejercicio político ha contradicho sus iniciales propuestas. Acaso una vanidad mal entendida en la búsqueda del voto. Quizá la resistencia venga de ahí: de su temor a que las urnas le devuelvan lo que nunca consiguió en buena lid. Felicidades. Aunque sigo sin saber de qué.

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