35 años

Desarrollar una Expo sobre el desarrollo sostenible sin una solución a Los Asperones no es el mejor escaparate

Cuando en 1993 me tocó hacer la prestación social, decidí que, puestos a elegir destino, la oficina de la Concejalía de Asuntos Sociales en los Asperones podía ser una buena opción. Hacía unos años que se había formado la barriada en la que, a pesar de la crisis económica, a nadie se le ocurría buscar vivienda. De esos meses, recuerdo un zagal de apenas trece años cuyos dibujos de mujeres dignas de Milo Manara le granjeaban el respeto de la chavalería y del que alguien me dijo después que llegó a estudiar Formación Profesional. Recuerdo un campo de fútbol situado al borde del arroyo que formaban los lixiviados del vertedero y al que jamás vino un equipo visitante. No he olvidado mis tardes jugando allí a la pelota con los críos ni mi desesperación cuando mis intentos de enseñarles a jugar al vóley acababan en una patada que la mandaba al arroyo. Ni a aquella pandilla de niños bajando triunfales por la avenida María de la O con la presa que acababan de cobrarse con una escopeta de plomillos en el vertedero agarrada por el pescuezo mientras gritaban "un gabiota, un gabiota". Pasado el tiempo me comentaron que al principio creían que yo era un secreta. Supongo que mi falta de implicación en la redada en la que se llevaron a parte de la familia del único que creíamos que no estaba en el negocio debió convencerlos de lo contrario. Hará unos doce años que volví a ir. La Junta pretendía abordar unas actuaciones de mejoras, tan inevitables como que convertirían en definitiva a esa barriada de transición. Las Navidades anteriores a la pandemia, uno de los premios Malagueños del año recayó en el primer chaval que llegaba a la universidad. Habían pasado más de 30 desde la construcción de ese barrio que solo tenía que durar un lustro.

En 2007, José Padilha dirigió Tropa de élite, ganadora del Oso de Oro del 58º Festival de Berlín. La película cuenta las vicisitudes de un capitán del BOPE brasileño empeñado en limpiar la favela de Morro do Turano con motivo de la visita de papa Juan Pablo II mientras se pregunta si ha llegado a pensar en las consecuencias de su viaje. Los Asperones no son las favelas de Río ni esto es Brasil, pero se antoja que desarrollar una exposición internacional sobre los objetivos del desarrollo sostenible sin plantearse una solución al problema de sostenibilidad económica y social de una barriada tan próxima no es el mejor escaparate de la ciudad.

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