El apocalipsis todos los días

29 de noviembre 2025 - 03:07

Si nos dejamos llevar por la turbopolítica, cada acontecimiento nos lleva a un apocalipsis diario: No hay día en que no estemos rodeados y como Rambo en ‘Acorralados’, hay momentos en que, en efecto, ‘no sentimos las piernas’. En apenas una semana, la corrupción vuelve al primer plano con la entrada en prisión de José Luis Ábalos y de Koldo García.

Hubo un tiempo lejano en que nos creímos que la transición a la democracia había sido modélica. Había un piloto de la transición, unas elites políticas inteligentes que supieron superar los importantes desacuerdos y hasta se hizo un ejercicio de olvido deliberado del pasado, precisamente, para construir un país democrático moderno, europeo y similar a los del entorno. Cincuenta años después es evidente que conseguimos ese modelo de país, pero, una vez, que se acabó el bipartidismo se revelaron con fuerza algunos de los problemas de ese ciclo democrático de cuarenta años y descubrimos que el pasado no era como creíamos.

Y uno de esos problemas es la corrupción política. Es un tema recurrente, desgraciadamente, en nuestra democracia. Lo que une al caso Ábalos/Cerdán/Koldo con otros anteriores es, como ha afirmado acertadamente Fernando Vallespín, “que la mayoría de ellos resultan ser producto de adjudicaciones de obras públicas amañadas y tráfico de influencias. En principio no debería de ser tan difícil blindarnos ante su proliferación tomándose las cautelas necesarias, como se ha hecho también en otros supuestos. Hoy, la exigencia de transparencia para la inmensa mayoría de las operaciones en las que está implicada alguna administración pública, hace que sea casi imposible que los pillos recurran a estas prácticas”.

La cuestión de la ejemplaridad pública en el ejercicio del cargo político no trata sólo de un comportamiento ético y acorde con el cargo sino con la ética pública. Lo que es necesario es fijar controles: entre otros, incompatibilidades, controles de gasto y unas condiciones de transparencia en los concursos de obras públicas. El objetivo es no sólo impedir el enriquecimiento personal del cargo político o el uso inadecuado del dinero -tan vergonzoso en este caso- sino sobre todo que no constituya una fuente de financiación de los partidos políticos. Los que logran escapar lo hacen por los huecos de la ley y por el apoyo de su partido.

El fin del bipartidismo inauguró una etapa con el propósito de regenerar la democracia y, entre otras cosas, luchar contra la corrupción. Algunos de los principales casos de corrupción política en España en el PSOE y el PP están llegando a su final en los tribunales. Algunos de los casos que se dan ahora, provocan el cese inmediato del cargo y la expulsión del partido. Sea como sea, estamos más cerca del apocalipsis diario que provoca en los medios cada caso, más cuando la oposición hace de los casos de corrupción la principal estrategia de desgaste del gobierno, que de la posibilidad de una política que fije controles para evitar la corrupción en esta democracia de hoy.

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