¿Ave saboteado?

09 de mayo 2025 - 03:08

En un país donde el cobre es más valioso que la coherencia política, el reciente episodio del “sabotaje” en la línea AVE Madrid-Sevilla ha dejado a más de 10.000 pasajeros varados y a la opinión pública sumida en un mar de especulaciones. El ministro de Transportes, Óscar Puente, no tardó en calificar el incidente como un “grave acto de sabotaje”, sugiriendo una acción deliberada y coordinada para desestabilizar el sistema ferroviario nacional.

Sin embargo, la Guardia Civil, encargada de la investigación, ha descartado la hipótesis del sabotaje, apuntando más bien a un robo de cobre perpetrado por bandas locales que operan habitualmente en la zona. El valor económico de lo sustraído, estimado en apenas 1.000 euros, contrasta con el caos generado, lo que ha llevado a cuestionar la narrativa inicial del Gobierno.

Este no es un caso aislado. En mayo de 2024, durante una jornada electoral en Cataluña, Puente también habló de sabotaje tras una avería en el servicio de Rodalies, una teoría que fue rápidamente descartada por los Mossos d’Esquadra. Más recientemente, en octubre de 2024, un descarrilamiento en Madrid volvió a despertar las sospechas del ministro, aunque la investigación posterior no encontró indicios de sabotaje.

La insistencia en la narrativa del sabotaje parece más una estrategia para desviar la atención de las deficiencias estructurales del sistema ferroviario que una evaluación basada en hechos. El Partido Popular no ha tardado en señalar el abandono inversor en las infraestructuras como el verdadero “sabotaje” a las familias malagueñas, criticando la falta de planificación y mantenimiento por parte del Gobierno.

En este contexto, la utilización del término “sabotaje” se convierte en un comodín político, una herramienta para eludir responsabilidades y moldear la opinión pública. Es una táctica que ya vimos durante la pandemia, cuando el Gobierno atribuyó ciertos fallos a factores externos en lugar de asumir errores propios. Como si la culpa de todo fuera siempre de un ente oscuro, casi metafísico, llamado “otros”.

Y no nos engañemos: los robos de cobre no se hacen en plena Puerta del Sol a las doce del mediodía. Se hacen de noche, en lugares apartados, sin cámaras y sin testigos. ¿Eso es raro? Solo si lo que quieres es hacer propaganda con la sospecha. El problema no es el robo, que también. El problema es la incompetencia para prevenirlo, la falta de inversiones y la necesidad política de desviar la atención.

Es hora de que el relato deje de viajar más rápido que el tren y que se aborde con seriedad la necesidad de invertir en infraestructuras y garantizar la seguridad del sistema ferroviario. La ciudadanía merece transparencia y soluciones reales, no excusas disfrazadas de teorías conspirativas.

Porque, al final del día, el verdadero sabotaje es permitir que la desinformación y la falta de responsabilidad sigan marcando el rumbo de nuestras infraestructuras.

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