Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
Ultramar
Escuchar a Felipe González hablar sobre la actual situación política en España es muy interesante. Las enormes diferencias entre alguien que apostaba por ganar elecciones, obteniendo la mayor representación territorial posible, y la escasa implantación con la que hoy se conforman algunos, hacen patente una necesidad imperiosa de reconstruir a la izquierda española. Pero la sensación es que se apuesta por la radicalización frente a la moderación, y el número de ciudadanos desconcertados sigue en aumento.
El análisis sobre la política internacional que realizó debería ser analizado en profundidad. Alguien que ha participado en muchos de los grandes acuerdos de paz internacionales, posee una experiencia global y atesora unos conocimientos que no pueden ser menospreciados. De ahí que todos los presidentes de los países más avanzados cuenten con el asesoramiento de sus predecesores. La cena en la Moncloa de un González saliente, un expresidente Suárez y un Aznar entrante, a petición del primero de ellos, hoy nos parece un sueño. Más aún cuando plantearon la conveniencia de hacer periódicos estos encuentros. La grandeza de miras de esos políticos, y el valor que ese entendimiento transmitía al exterior, eran una muestra de cómo poner a la sociedad por encima de cualquier diferencia ideológica o económica.
Lo que si quedó patente en las palabras del expresidente socialista fue su defensa a ultranza de la Constitución. Negar el concepto de gobierno progresista, cuando alguno de los socios dista mucho de esa categoría, y alejarse tanto de la ultraizquierda como del filoterrorismo, es una postura coherente para una organización ganadora que quiere llegar al máximo electorado posible. A pesar de todo algunos guardan silencio y sienten vergüenza de sus propias vergüenzas, sin caer en la cuenta de que el reconocimiento de la realidad es el primer paso para reconstruir un partido.
El éxito en Cataluña y los fracasos en el resto de España fueron resaltados por González como muestra de la falta de ambición y de la desafección política de la ciudadanía. Ya decía el presidente Giulio Andreotti que “no desgasta el poder; lo que desgasta es no tenerlo” y las últimas semanas están siendo un suplicio legislativo en este sentido. Menos mal que el CIS le augura un resultado estupendo para el PSOE y esto les anima al adelanto electoral…¿o quizás ni ellos se creen sus propias encuestas?
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