Recordarán la memorable escena de Esta tierra es mía, de Jean Renoir, en la que un maestro de escuela francés interpretado por Charles Laughton se saca del bolsillo un librito que había salvado de las piras de papel herético de los invasores nazis: es la Declaración de Derechos del Hombre. Comienza a leerlo. Pronto llega al segundo artículo: "La finalidad de los partidos políticos es la de proteger los derechos naturales e inalienables de las personas: el derecho a la libertad, a la legitima propiedad...". Doctores jurídicos tiene el plantel de esta casa, por -como simpapeles que soy en la materia- lo que les evitaré el enésimo análisis sobre la diferencia entre morada y mera vivienda, allanamiento, delito de usurpación u ocupación. Es la de la okupación una superestructura legal probablemente sensata, y el derecho comparado entre países de la UE así lo atestigua: las leyes en la materia son bastante similares. Sin embargo, lo diré de corazón: quien ocupa una casa sin escritura a su nombre o contrato de alquiler debe ser expulsado de inmediato, se tenga conocimiento dos días después de la ocupación o quinientos quince. Los ocupadores deben afrontar las consecuencias de su delito (si no lo es, que venga Justiniano y lo vea).

Me agarro a la Declaración madre de las constituciones de países que aspiran a la dignidad: la legítima propiedad es inalienable. La viva, la more, la rente, la use en verano, la haya adquirido como inversión o especule con ella: fuera caretas; todos somos especuladores cuando decidimos realizar monetariamente nuestros ahorros enladrillados al máximo precio posible. El título de propiedad no puede ser violado por un okupa, ni tampoco ignorado por quien debe protegerlo, el Estado y sus leyes. El de un banco, tampoco: los bancos que acumulan propiedades lo hacen porque a alguien a quien dio la pasta grande para adquirir una propiedad ha dejado de pagar la hipoteca, y la entidad financiera se come el bien con menguantes patatitas. Recordemos que millones de españoles tienen acciones de bancos: título legítimo como la copa de un pino, con el que esperan ganar algún dinero; ¿hay algo malo en eso?, ¿o es más bien bueno? No he oído a nadie conceder que una casa suya puede ser ocupada por una familia desgraciada: a garantizar la vivienda se debe el Estado. Dado que Feijóo ha abanderado la antiokupación, los previsibles militantes de la defensa del derecho a okupar una vivienda -no la de ellos, las de otros- considerarán este artículo facha. Pues vale. "Comisario, las motos no las repartimos ¡que moto tengo!".

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