Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

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La ciudad no es para mí

En Semana Santa, circular por la ciudad es tarea peligrosa. Atravesar una procesión te puede costar un disgusto

Málaga, primero, y Granada, después, vienen sufriendo un devastador proceso de gentrificación y de turistificación. Málaga, según el Observatorio de Medio Ambiente Urbano (OMAU), padece un proceso de gentrificación a gran escala que está sustituyendo la población original residente por otra nueva con mayores recursos. Los precios de compra y alquiler de la vivienda se han vuelto prohibitivos para la mayoría de la población que tiene que emigrar al área metropolitana o a los barrios más populares. El castellano también se ve asaltado por procesos corrosivos de gentrificación, turistificación y babelización. Porque la población original de palabras castellanas -protegida por la Academia- está siendo sustituida por otra nueva, de mayores recursos mediáticos, integrada por neologismos -como gentrificación y turistificación- procedentes de varias lenguas, propiciada por el turismo, y llevada al paroxismo babélico por raperos, letristas de pareados ripiosos y artistas que hacen sus propuestas plurilingües con la ayuda del perreo y la bachata. Asimismo, la turistificación de las ciudades ha convertido el paseo por sus calles en empresa homérica. Sobre todo en Semana Santa, época en la que la invasión cofrade colapsa el tráfico ciudadano. Siento que las procesiones están recortando mis derechos constitucionales casi tanto como la ley mordaza del PP que a los pogresitas del Gobierno no les ha venido bien derogar. Las procesiones me impiden circular libremente por el territorio español y llegar a Los Italianos en moto para tomar mi copa Moretto. Ayer, tras un recorrido 'laboríntico', logré llegar a la heladería de la Gran Vía por dirección prohibida, sorteando riadas de piedad cofrade; menos mal que el guardia que me llamó la atención era más comprensivo que el paganismo idolátrico de estos días y me reconvino pero no me multó. Me acordé del film Manolo, guardia urbano y me reconcilié con los municipales. Ya en casa, cabreado, pensé que las imágenes de Semana Santa son como top-models de alta costura. Modelos de pasarela, con el gesto congelado, no distraen a los fieles con visajes, y así los devotos pueden dedicar todo el tiempo a idolatrar las vestiduras, bordados, oropeles y otros complementos de los titulares, como conviene a la profunda religiosidad del pueblo andaluz.

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