Reflejos de Málaga
Jorge López Martínez
¡Que viene el ‘loVox’!
Ha creado cierta polémica un artículo de Sergio del Molino en El País en el que afea a Vox negarle ¡a él! la condición de españolidad porque no es religioso, no va a las verbenas, le importa muy poco si las lenguas ibéricas, incluida ésta en la que escribimos ambos, se mantienen o desaparecen, desplazadas por el inglés o el mandarín, y prefiere, entre otras cosas, una hamburguesa a un cachopo y un buen cuscús a un cocido montañés. “Nadie tiene más derecho que yo –concluye– a habitar este país. Es hora de que dejemos claro”. ¡Pero si –gustos aparte– estaba clarísimo! A Vox, en realidad, sólo se le podría acusar de lo contrario: es partidario de considerar españoles incluso a los que no quieren serlo, como a los independentistas catalanes y vascos. El artículo de Sergio del Molino me ha recordado a un incidente que describe en su último diario Juan Marqués: “Mientras hablamos, se nos acerca una chica cien por cien Lavapiés, gritando bastante alterada: ‘¡Pero es que es increíble lo franquistas que somos!, ¡estoy hasta el chocho de fachas por todos laos!, ¿os parece medio normal esto?’, y nos pone a cinco centímetros de los ojos una moneda de dos euros con un águila. ‘Pero esa es una moneda alemana’, le explica Jordi, sin apenas inmutarse, y entonces ella remata: ‘No me jodas! ¿Alemana? ¡Ahora sí que me has acojonao!”. Sergio del Molino, en fin, no tiene de qué acojonarse.
Es un español indiscutible y cumple, encima, con una tradición hispánica que retrató en un epigrama inmortal Joaquín Bartrina: “Oyendo hablar a un hombre, fácil es / acertar dónde vio la luz del sol: / si os alaba Inglaterra, será inglés; / si os habla mal de Prusia, es un francés, / y si habla mal de España, es español”.
Además de español indubitable, Sergio del Molino es listo. El artículo será posturero, pero el corolario no hay que echarlo en saco roto. Tiene razón cuando afirma que, en nuestro sistema jurídico, la única condición para la españolidad es la posesión de la nacionalidad española. Motivo por el cual, la nacionalidad no se debería conceder sin ton ni son a extranjeros que, por muchas vueltas que le dé Del Molino, tienen una falta de arraigo en nuestra sociedad que cae de lleno a menudo en la incompatibilidad. Muchas democracias intachables del mundo son más prudentes que nosotros.
También te puede interesar