La cobarde equidistancia

La separación rusa de su entorno europeo y su giro asiático es una decisión geopolítica arriesgada

Durante esta semana asistimos al encontronazo entre el presidente español y el brasileño acerca de la invasión de Ucrania. No debe confundirse la distancia al conflicto con la equidistancia entre los oponentes, y en esta ocasión las declaraciones de Lula da Silva dejan mucho que desear en un político con tan altas responsabilidades. La imagen de debilidad de Brasil, y su genuflexión ante el populismo ruso, dejan entrever que este país puede volver nuevamente a aquellos tiempos de incertidumbre tan habituales en el siglo pasado. Los muchos conflictos territoriales que Iberoamérica tiene requerirán del apoyo internacional, y es posible que cuando llegue ese momento, Europa pueda responder con la misma moneda.

Ucrania se ha convertido ya en una guerra demasiado larga para el ultranacionalismo soviético. La escasez de armas mostrada por Rusia, muy distante de su imagen previa como todopoderoso estado, empiezan a situarlo en un país empobrecido por la ambición desmedida de su gobernante. Ahora llega la oportunidad para que todos los grandes buitres de la industria armamentística puedan vaciar sus almacenes de material obsoleto. El precio a cambio es inmenso: combustibles a bajo precio para Marruecos o India, redes de cadenas comerciales entregadas a las multinacionales chinas y extraños aliados como Brasil que también pedirán su parte del pastel.

La separación rusa de su entorno europeo y su giro asiático es una decisión geopolítica bastante arriesgada. Y romper con sus mayores clientes, cuando empezaba a salir de su propia pobreza, es alarmante. A la larga esto dejará aislado a su vasallo bielorruso y acelerará la plena integración europea de Moldavia. Por tanto, no era comprensible comenzar una invasión con resultados tan inciertos y, sin embargo, se optó por la decisión más despiadada e inhumana. La demostración de cómo el ejército ruso asola ciudades es bien conocida. Desde Varsovia en Polonia a Alepo en Siria o Grozni en Chechenia, todas ellas fueron arrasadas hasta no dejar piedra sobre piedra. El problema de replicar este modelo tantas veces en Ucrania sobre Mariúpol, Jersón, Odesa o Dnipró provoca el escándalo global y la necesidad de defender internacionalmente la integridad territorial de cada país. Pero sobre todo requiere de un apoyo armamentístico que cada vez reclama mayores beneficios. Y el negocio de la muerte está hoy en plena efervescencia.

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