Cáncer de mama El cribado incluye por primera vez a 109.000 mujeres de 47 a 49 años

Tinta con limón

josé L. Malo /

Te comparo

AÑORANZA: dejarse un trozo de alma en las huellas del perro, un cajón que no se abre o una foto que da miedo mirar.

No hay nada como salir de casa para echarla de menos o recordar qué nos gusta y disgusta de ella. Las comparaciones no son odiosas, son necesarias; odiosamente necesarias, eso sí lo puedo conceder. Resulta un debate con muchas aristas, pero una innegociable: como en España no se come mejor en ningún sitio del mundo. Perú tendrá frutas increíbles, la pasta es única en Italia, Indonesia es un paraíso del picante; pero no hay nada como la calma de saber que en cualquier punto cardinal de nuestro país hay garantía de éxito en cualquiera de sus especialidades.

No es que servidor haya vacacionado lejos, aunque las maravillosas calas de Mallorca y Menorca te transporten a la exuberancia caribeña. Dentro de un estilo de vida mediterráneo, posee mejores playas, mayor movimiento nocturno y también un nivel de vida más alto; hay que aflojar bien el bolsillo para cualquier mínima necesidad. La comparativa, insisto, es inevitable. En lo bueno y en lo malo. Uno se marchó de aquí con un calor pegajoso al que le habría venido bien el cónclave de vientos menorquín; pudo descubrir que el paraíso guiri malagueño es un gueto comparado con el balear; y también quedó atrás una feria de triquinis sonrojantes, botellones inexistentes y el clásico "y tú más" entre Limasa, el Ayuntamiento y los empresarios. La Feria de Málaga, tan denostada en los últimos años y ejemplo de desejemplo en los informativos nacionales, que a falta de actualidad y peces gordos en sus redacciones tiran de incendios y cualquier folclore polémico para llenar espacio. Sucede que por nuestra ubicación en Menorca había que atravesar a diario el núcleo de Sant Lluis (ojo al creciente independentismo balear que se respira por las islas) y que coincidió nuestra presencia con sus fiestas populares. Asustó ver el despliegue policial habida cuenta de que apenas lo habitan 7000 habitantes. No se atisbaba peligro de aglomeraciones ni espectáculos pirotécnicos; lo más sospechoso, de noche y de día, era el goteo de jóvenes con botellones a cuestas por las calles del pueblo y de algunos limítrofes en su camino. Juro que la edad media de esos transportistas de bolsas no llegaba a los 20 años, y en algunos casos era vergonzosamente baja. Calles cortadas y guardias civiles apostados en posiciones estratégicas como si supieran ya de sobra los puntos negros de la fiesta. No pretendo defender nuestra Feria, ni mucho menos, pero sí alertar a los que la demonizan sin mirar la paja en el pueblo ajeno.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios