La conversación con Obama

Las instituciones privadas y públicas tendrán que esforzarse más para retener el talento

Sin duda duda el Digital Enterprise Show celebrado la pasada semana en Málaga ha marcado un hito en el desarrollo de nuestra ciudad como referente internacional de las nuevas tecnologías. Sin embargo, no ha sido la presencia de alguno de los gurús tecnológicos o científicos mundiales lo que ha hecho trascender esta feria más allá de nuestras fronteras, sino la intervención de un ex presidente norteamericano compartiendo sus experiencias personales sobre geopolítica y su día a día en la Casablanca. ¿Habrán supuesto estos conocimientos, a 1990 euros por entrada, un intangible para el futuro o quedará relegado a las fotos de rigor y al postureo oficial?

Es de esperar que los resultados de ese discurso tarden en plasmarse. Pero hay que reconocer que, probablemente, si los conferenciantes hubieran sido los descubridores del ARN mensajero y de la vacuna del Covid o de la tecnología WiFi, pocos hubieran pagado semejante suma por sus enseñanzas. Esta es una de las principales limitaciones que hoy encuentran los investigadores, el ver como otros disfrutan de las mieles de sus invenciones. Baste ver como aquellos que disertan, muestran o venden tecnologías, que no han descubierto, siempre obtienen mayores beneficios que sus creadores, ralentizando inmisericordemente su creatividad.

Si calculamos que escucharon a Barack Obama un millar de personas podemos estimar que, con lo recaudado, podrían pagarse, por ejemplo: más de 100 jóvenes investigadores durante un año; o casi 200 profesores asociados de universidad durante similar periodo de tiempo; incluso el equipamiento anual de más de 50 institutos de investigación. Es evidente que la productividad de estas inversiones científicas es considerablemente mayor que la de una ilustrativa y lucrativa conferencia, sobre todo porque con tantas investigaciones se podrían llenar multitud de ferias y exposiciones similares.

Como ya ocurre en el resto del mundo, en poco tiempo las instituciones privadas y públicas de nuestro país tendrán que esforzarse más para retener el talento, ante la alta rentabilidad que implica trasladar el conocimiento académico al sector productivo. Por tanto, va llegando a su fin el pragmatismo español de Don Miguel de Unamuno con su frase "Que inventen ellos y nosotros nos aprovecharemos de sus invenciones", porque nuestro cuerpo científico va exigiendo su lugar y, lógicamente, su pecuniario reconocimiento.

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