El correo del zar

Mandar un boceto de presupuestos, mientras se negocia el verdadero en prisión, no tranquiliza

Narraba Julio Verne como, durante el siglo XIX, el valiente Miguel Strogoff se atrevía a cruzar Siberia para comunicar al zar la invasión tártara que se cernía sobre Rusia. Tras aquella famosa obra han sido muchos los emisarios que han tratado, a lo largo de la historia, de emular las grandes aventuras de este personaje. Sin ir más lejos, esta semana hemos tenido la oportunidad de conocer al detalle como el nuevo vicepresidente del gobierno in pectore, en nombre de "no se sabe quién" a ido a "no se sabe qué" para negociar "no se sabe cuánto".

Esta "transparencia" muestra la extraña deriva que va tomando la política española. Hasta ahora siempre se supuso que unos presupuestos generales del estado debían ser desarrollados evitando cualesquiera intereses personales y en virtud del mayor beneficio para toda la sociedad. Así nos lo habían hecho creer con palabras tan grandilocuentes como gente, pueblo o patria. Pero solo pensar que alguien pueda decir: "si no me sacáis de la cárcel no hay presupuestos para nadie", todos los idealismos se vienen abajo. ¿Acaso un individuo se pueda creer tan importante como para poner bajo el yugo de sus deseos a todo un país? Evidentemente en otras formas de gobierno poco democráticas eso es habitual pero hoy día, y ante la genuflexión de algunos, esto es simplemente patético.

¿Cuáles son las pretensiones de todo este vodevil, acaso desautorizar a la justicia y saltarse todas las leyes? Si ese es el interés oculto por el que se está retrasando la convocatoria electoral, el precio a pagar de los que se sitúen al margen del estado de derecho será enorme. Porque el tira y afloja entre el PSOE y Podemos, para ver quién es más radical, acaba desincentivando a aquellos votantes moderados que, manque les pese, otorgan el gobierno en todas las naciones.

Y para más inri, mandar un boceto de presupuestos a Bruselas, mientras se negocia el verdadero en prisión, no tranquiliza demasiado. El estado de bienestar está derivando en el bienestar de sólo unos pocos, que cada día dan más la espalda a los ciudadanos. Tanto chalet en Galapagar y tanta vivienda en el barrio de Salamanca acaban ocultando la realidad y desconociendo las preocupaciones cotidianas. De ahí que el sentarse en una celda a negociar nuestro futuro les debe parecer de lo más progresista, pero en el fondo solo transmite la imagen de estado bananero que ellos tan bien conocen.

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