creer en la democracia

Debe haber algún individuo u organización a los que en estos días no les llegue la camisa al cuello

Estas últimas semanas estamos observando nuevos intentos de manipular las votaciones en Melilla. Ya en 2008 ocurrieron hechos similares en las elecciones al Senado que, 10 años después, llevaron a la condena de los que fueran líderes de Coalición por Melilla y del PSOE en esta ciudad autónoma. Parece que los intereses económicos y políticos sobre este territorio español se suceden y, por ello, los ciudadanos exigimos saber quién o quiénes están detrás de estos hechos, especialmente antes de emitir nuestro voto.

Popularizaba el filósofo romano Cicerón uno de los principios del Derecho Romano que cuestionaba ‘’Cui prodest’’, es decir, ‘’¿a quién beneficia?”. Con esto nos indica una de las principales líneas de investigación cuando ocurre cualquier suceso. El caso de la compra de votos por correo en Melilla es interesante porque, dada la falta de habilidad y de conocimientos democráticos de los malhechores, ahora se tiene una lista con nombre y apellidos de todos los posibles cómplices del delito. Cada persona que se haya prestado a vender su sufragio será llamada a declarar en la investigación y, evidentemente, cuantos más sean, las probabilidades de que alguno confiese se incrementan. Por tanto, debe haber algún individuo u organización a los que en estos días no les llegue la camisa al cuello, ante el riesgo de que todo el escándalo se descubra antes de las elecciones. Porque las repercusiones de estos hechos, al igual que ha ocurrido con la inclusión de terroristas en las listas de EH Bildu, pueden tener una enorme repercusión nacional.

Parece que las sospechas también se dirigen al interés que algún gobierno extranjero pudiera tener por este territorio. Incluso el propio presidente español nos lo recordó en el último debate al hablar del 11M, momento que siempre quedará en nuestra memoria por las víctimas que produjo, pero también por el desconsuelo de desconocer aún a los instigadores de dichos atentados. Ahora las injerencias exteriores se vuelven a poner sobre el tapete, a pesar de nuestro escandaloso abandono al pueblo saharaui, y ya nadie entiende a cuento de qué se permiten tantas humillaciones. El hecho de que siempre sean los mismos los que pululen alrededor de los procesos electorales españoles, cuando en sus países la democracia ni está ni se le espera, es razón más que suficiente para parar estos atropellos. Y el tiempo discurre en nuestra contra.

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