
NOTAS AL MARGEN
David Fernández
De repente nos acordamos de los celiacos
El salón de los espejos
La publicación de una encuesta tiene legión de aficionados entre los periodistas y los políticos. Y por ese orden. Pero interesa más bien de soslayo al común de los mortales. Los gobiernos, todos, se empeñan en hacerlas y, luego, en celebrarlas. Aunque el asunto va más allá de los cinco minutos de gloria que da a los vencedores y los veinte de penas que acarrea a los perdedores. Porque aportan una información muy valiosa para la gestión política. Son, con garantías legales eso sí, como los datos personales que usan las multinacionales tecnológicas para saberlo todo de nosotros.
El pasado miércoles, ¡a las 7.30 de la mañana!, se hacía público el Barómetro Andaluz de marzo que publica el Centro de Estudios Andaluces, Centra, que depende de la Consejería de Presidencia. Es como el CIS andaluz y había mucho interés porque era el primero tras la designación de María Jesús Montero como secretaria general del PSOE de Andalucía. Estaban todos nerviosos. ¿Por desconocimiento de los datos? Es posible. Pero sólo posible.
Los partidos hacen sondeos con regularidad y saben bastante bien lo que van a decir los estos estudios que se publican. El problema, como siempre, es lo que no se percibe en el primer golpe de vista. Y las percepciones. ¡Ay las percepciones!
Porque Juanma Moreno dobla en simpatía y valoración personal a María Jesús Montero; la sensación de un liderazgo sólido y moderado es ampliamente dominante. Aunque la valoración de la situación política no es especialmente positiva para los andaluces, no hay trasvase de votos que pueda dar esperanza hacia el PSOE, lo que refleja una crisis de credibilidad del proyecto socialista en Andalucía.
El problema no es la ligera bajada en la intención de voto para el PSOE que recoge el sondeo (de un 1,1% respecto a las elecciones de junio de 2022) sino que no está sabiendo capitalizar el descontento con el Gobierno del PP. Asoma una parálisis estratégica: ni crece por la izquierda, ni compite por el centro, lo que evidencia desmovilización o apatía electoral de sus militantes. Dicho de otra manera: ni genera ilusión ni lidera un relato alternativo fuera de la base socialista tradicional.
En el análisis sincero que hacen muchos socialistas, más allá de las declaraciones públicas de manual, identifican un problema grave: Nunca un ministro o ministra de Hacienda, de ningún gobierno, ha caído bien a los ciudadanos. Siempre ha sido el malo del Ejecutivo. ¿Pretende Óscar Puente jugar ese papel?
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