Calificar las elecciones de gran fiesta de la democracia suena algo retórico, pero no deja de ser cierto. Es el momento democrático por excelencia y la democracia es una de las grandes creaciones del espíritu humano. No alcanza la perfección sublime de la Capilla Sixtina o de la Teoría de la Relatividad, pero, con sus imperfecciones, la democracia no deja de ser un maravilloso logro humano. Pero, lo paradójico es que podamos extasiarnos ante Las meninas y observar con indiferencia cómo se degrada la democracia. Votar es reafirmar nuestra adhesión al sistema que nos permite dirimir nuestras diferencias en las urnas.

Según los expertos las campañas apenas si influyen en el sentido del voto. Por ello, candidatos y líderes dirigen sus esfuerzos, sobre todo, a movilizar a sus votantes y desmovilizar a los de los adversarios. Con una cosa y la otra pretenden romper el actual equilibrio entre bloques. En las anteriores municipales la abstención fue de 34,9%, las más alta desde 1999, que fue del 35,8%. En las del 1995, en las que el PP arrebató al PSOE la hegemonía territorial, la participación subió siete puntos. Los populares lograron agitar a los electores de la derecha, frente a los deprimidos votantes socialistas. La única analogía entre aquel momento y el presente es que si entonces el grito de guerra movilizador fue ¡váyase, señor González! Ahora se trata del antisanchismo. Con la estrategia de diabolizar a Pedro Sánchez intentan desmovilizar a los votantes socialistas y concentrar el voto de la derecha en el PP. El PSOE se ha encontrado con dificultades imprevistas: la campaña empezó con las listas de Bildu y acaba con la implicación de candidatos del partido en turbias tramas de compra de votos. Lo primero sirvió a Díaz Ayuso para afirmar que estas elecciones iban de votarla a ella o votar a ETA, una burrada que escandalizó incluso a las asociaciones de víctimas. Las dos detenciones, por sospechas de implicación en tramas de compra de votos, en 2 de los 8.131 municipios de nuestro país, prueban para el señor González Pons la existencia de una trama generalizada del PSOE para la compra de votos. Una difamación que enorgullecería al mismísimo Donald Trump. Aunque, tenemos que reconocer a los del PP su indiscutible autoridad y experiencia en materia de tramas corruptas. ¡En fin! Como les decía, que no nos líen y vayamos mañana a votar, aunque sólo sea por la democracia.

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