El lanzador de cuchillos

Contra el desaliento

Ayer fueron varios millones de españoles los que salieron a gritar que este es un país democrático

La experiencia nos dice que el diálogo con los nacionalistas catalanes conduce a la frustración y la melancolía. Contra ellos sólo cabe la aplicación de las normas. Sus razones son oscuras, atentan contra la libertad y la igualdad, claves de bóveda de las sociedades abiertas y avanzadas. Al tribalismo disgregador lo que hay que hacer es derrotarlo. Se me ocurre que una buena forma de empezar a ganar la batalla contra el supremacismo periférico es –pura contracultura– encarcelar a sus propagandistas. Un poquito de law, sin fare, es mano de santo.

El 9 de noviembre de 2014 fui testigo de cómo los berlineses celebraban con emoción la caída del muro que separó durante veintiocho años a familias y amigos. Ese mismo día, en España, se empezaba a recorrer el camino inverso: un oportunista llamado Artur Más puso el primer ladrillo de otro muro que pretendía fragmentar una nación con quinientos años de historia. Casi una década después, un tipo sin conciencia ni escrúpulos, ha querido terminar la obra. Aquel domingo otoñal, un millón de alemanes se echaron a la calle a festejar la libertad recobrada un cuarto de siglo antes. Ayer fueron varios millones de españoles los que salieron a gritar que este es un país democrático, plural y solidario desde la aprobación de la Constitución y no va a dejar de serlo por mucho que se empeñen El Traidor y sus compinches.

Leo en un periódico nacional que las concentraciones –sobre todo las convocadas a las puertas de Ferraz– han alarmado al Traidor. Pero, cínico como es, confía en que se trate de hechos pasajeros. Cree conocer al español medio y, aunque no sea su parroquia, al votante de derechas. Está convencido de que, en una semana, el suflé habrá bajado, que cuando sea elegido de nuevo presidente la gente no tendrá más remedio que asumir la realidad. No se ha enterado de nada. Los españoles le van a dar en la cara con su propio manual de resistencia.

Los primeros versos del famoso poema de Salvador Espriu que en 2012 fue utilizado por la Asamblea Nacional Catalana en un anuncio promocional de sus movidas identitarias, hoy pueden releerse desde otra perspectiva. Traducidos por José Agustín Goytisolo, dicen así: “A veces es necesario y forzoso que un hombre muera por un pueblo, pero nunca ha de morir todo un pueblo por un solo hombre. Recuerda siempre eso, Sepharad”. Recuérdalo tú también, Caudillo de la mentira: España no está en almoneda.

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