La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

¿Qué día descubriste a Morricone?

¿En qué tienda de discos, en qué cine, oyó por primera vez a Alessandroni silbando la música de Ennio Morricone?

La pregunta "¿dónde estabas el día que Kennedy murió?" representó el trauma nacional causado por el magnicidio: todo el mundo recordaba dónde estaba cuando se enteró del asesinato. Preguntarse dónde se estaba cuando pasó algo importante se convirtió en un tópico que también podríamos referir a hechos culturales que marcaron nuestras vidas. Por ejemplo, ya que desde el 14 de marzo -fecha de su estreno mundial- se celebra su cincuenta aniversario, puede preguntarse usted dónde estaba (en qué cine la vio) cuando se estrenó El Padrino. O estos días de pasiones eurofán dónde y con quién estaba la noche La, la, la del 6 de abril de 1968.

Con motivo del estreno del documental de Tornatore Morricone. Il maestro estos días todos los medios se ocupan de él. Desde que falleció hasta ahora se ha exagerado no poco con respecto a Morricone. ¿Un genio? Por supuesto. Y de los más grandes. Pero tan grande, por no salirnos de Italia, como Nino Rota (autor, además, de los superventas temas de amor de Romeo y Julieta y El Padrino: recuerden a Andy Williams cantando Estoy sintiendo tu perfume embriagador como si tuviera la boca llena de gachas). Tan grande, en el panorama internacional, como Henry Mancini, por nombrar a un coetáneo que también vendió millones de discos.

Lo que hace único a Morricone es su genial desenvoltura al fundir la música culta contemporánea con la pop y la más agresivamente hortera elevada a obra maestra kitsch, además de ser tan prolífico como ningún colega lo ha sido, con más de 500 películas de todo tipo en su catálogo. Esta mezcla única, provocativa, brillante, genialmente macarra, hizo que Morricone fuera el único músico de cine que hacía saltar literalmente al público de sus asientos -sobre todo con los western que tanto le costó perdonarse a sí mismo- y el primero que logró que las bandas sonoras originales -no versiones pop cantadas u orquestales- se vendieran por miles. Y aquí viene la pregunta. Recuerdo el primer disco suyo que me compré -un EP de RCA con cuatro temas de La muerte tenía un precio: Rindiendo cuentas, Póker de ases, La muerte tenía un precio y El vicio de matar- y en qué cine lo oí por primera vez: un abarrotado Nervión Cinema en el que una tarde de domingo de 1966 vi La muerte tenía un precio. ¿Y usted, recuerda cuando oyó por primera vez a Alessandro Alessandroni silbar la música de Morricone?

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