Cambio de sentido

"Me duele a mí más que a ti"

El mundo será lo que es mientras la 'pedagogía negra' campe a sus anchas

No pude terminar de verlo. Mejor dicho, casi ni comencé a ver el vídeo que la tal Samantha Vallejo-Nájera, de MasterChef, graba y sube a Instagram, en el que saca a su propio hijo, menor y con síndrome de Down, esmorecido mientras recibe su reprimenda por ver la tele. En el texto que acompaña el vídeo, la señora explica lo ejemplarizantes y representativas que resultan esas imágenes acerca de la importancia de educar, del dramatismo de su niño y de cuántas familias con criaturas con síndrome de Down se ven reflejadas en las actitudes de su Roscón -hay quien dice que lo apoda así porque nació en Reyes y "vino con sorpresa". Hilarante-.

Me alcanza este vídeo cuando estoy leyendo el ensayo Por tu propio bien de la filósofa, psicóloga y socióloga Alice Miller (1923-2010), autora de obras fundamentales sobre las consecuencias de la violencia y el abuso emocional en menores. Es el tercer título que leo en Tusquets de la autora, que revisa lo que, por décadas, se ha considerado como normal e incluso correcto: eso de "Una bofetada a tiempo", "Te daba así", "Porque lo digo yo, y se acabó", "Con sólo mirarla, mi niña tiembla", "Me duele a mí más que a ti". Miller habla de pedagogía negra para referirse a obras como las del doctor Schreber, que se hicieron populares en Alemania y fueron traducidas a varios idiomas. En la actualidad, apunta la autora, el maltrato físico ha sido sustituido "por una forma de crueldad espiritual que ha podido ser mitificada tras el benévolo término de educación". Busco en internet las palabras de la madre del vídeo, cuyo tono de voz no olvido: "Mírame a la cara y dímelo". "Dime una cosa para convencerme de que te vas a portar bien. Convénceme. Respira", le ordena al chiquillo al que graba ahogado en lágrimas porque "es muy dramático (show!)".

Como por cualquier cosa nos montamos últimamente un Dos Españas, esto no va a ser menos, y habrá quien salte con que basta ya de lo políticamente correcto, que a los chiquillos habrá que "educarlos", que hay nenacas que agreden a sus madres (cierto, e intolerable) y que "a mí me castigaban duro y no tengo ningún trauma" (quizá no ver que tratar a ese niño así, grabarlo y mostrarlo ufana a toda España es una barbaridad, forme parte del trauma). Hay maneras de educar sin dañar. Consisten en acompañar a los menores reverenciando su alma, respetando sus derechos, enseñándoles los límites sin violar los suyos. El mundo será lo que es mientras la pedagogía negra campe a sus anchas.

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