El lanzador de cuchillos

elogio de la tibieza

En esta guerra eterna son los más cerriles los que acaban imponiendo su dialéctica enloquecida

Uo. Como dice Amin Maalouf, los seres humanos son primitivos: cuando sienten que “los otros” son una amenaza para su etnia, su religión o su nación, todo lo que pueden hacer para alejar esa amenaza les parece perfectamente lícito, incluida la matanza de inocentes. Y como todos los que los rodean comparten ese convencimiento, los autores de esas matanzas suelen tener buena conciencia y se extrañan de que los llamen asesinos. La creencia de actuar en legítima defensa es una característica común de quienes, en distintos rincones del planeta, han cometido los crímenes más abominables.

Dos. El de Oriente Medio no es un problema entre árabes y hebreos, sino entre moderados y radicales. En esta guerra eterna son los más cerriles los que acaban imponiendo su dialéctica enloquecida. La comunidad internacional debería aplicarse en reforzar a los moderados y aislar a los fanáticos de uno y otro bando para procurar a la zona un poco de esperanza. Pero corren malos tiempos para la lírica templada: la cordura es una estrecha senda que discurre por la cresta de una montaña entre dos precipicios, entre dos concepciones extremas.

Tres. Me temo que en el enquistado conflicto medioriental, los occidentales, en nuestro peor momento en cuanto a liderazgo moral, sólo vamos a contribuir a embarrar un poco más el campo, abonados como estamos al sectarismo distorsionador, a la condena o la absolución en función del quién y no del qué. Encomendemos la causa de la paz a la buena gente palestina e israelí; a los musulmanes que abominan del terrorismo yihadista de Hamas y a los hebreos que sienten como suyas las muertes de niños inocentes en Gaza. No sé si son muchos o pocos, pero sé que son imprescindibles.

Cuatro. Cuenta Amos Oz en su librito Contra el fanatismo que cuando su padre era niño en Polonia, las calles europeas estaban cubiertas de pintadas del tipo “¡Malditos judíos, a Palestina!” y que cuando su padre volvió a Europa, cincuenta años después, las paredes estaban cubiertas de carteles con la leyenda “¡Malditos judíos, fuera de Palestina!”. Basta con hacer un repaso somero a las declaraciones de políticos y otros personajes relevantes a raíz del ataque terrorista de Hamas a Israel para comprobar que no son pocos los que suspiran por los tiempos en que las chimeneas de los lager funcionaban a todo trapo.

Cinco. Dos pueblos, dos lenguas, pero un solo grito: Shalom, salam. Paz en Israel y Palestina a los hombres de buena voluntad.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios