Notas al margen
David Fernández
Del cinismo de Sánchez a la torpeza de Feijóo
Entre lluvias mayósculas y sucesos vaticanos vamos. Se nota en el verde de capullo vivo. También en el color del nuevo Papa León XIV que se ha asentado en Roma y nos saludó desde el balcón de la Logia de las Bendiciones con una muceta y estola encarnadas sobre blanco del susto. Aquí también tenemos una Roma empapable y regable: la calle que discurre entre la Carcasona del Parque y los Jardines de Pedro Luis Alonso, cerca de Puerta Oscura y el Paseo del Parque. Nuestro arcade vintage recién ha cumplido sus bodas de plata con Cenacheriland. También hubiese sido un gran cardenal e incluso Papa si la vocación le hubiese dado por pastorear otros rebaños menos urbanísticos. Sin ánimo de blasfemar, la pasión por la evangelización de Málaga de Francisco de la Torre ha sido incesante y los logros son evidentes como capital de los museos, la tecnología, también de la gentrificación hostelera y el selfie. De lo que estamos seguros es que nuestro Paco pasará a la historia como un magnífico gestor. Como un regidor zalamero a lo Calderón de la Barca. Así viajan los tiempos a toda mecha. Hasta para un raudo cónclave de fumata blanca. El jueves a la hora del Habemus Papam también había gaviotas en el Paseo Marítimo. Una milla naútica de actividad electrizante, a prueba de apagones, un runrún despreocupado y laico. En este momento histórico para la cristiandad por allá desfilaba un mosaico de personajes con ganas de verano ora al sol, ora al partidillo de fútbol playa. Cada cual buscándose el asueto o las abdominales en la terrenal arena. Desde un cazatesoros de baratijas con su detector metales a un funambulista caminando sobre una cinta amarrada entre dos palmeras. No podía faltar la celebración de cumpleaños improvisada. Los oasis como punto de encuentro y ensayo musical. Artistas guitarra a cuestas e incluso micrófono y amplificador a media voz. Paseantes de perros cagarruteros de entretiempo. Bañistas de piel dura. Oleadas de bicicletas por el carril guiri persiguiendo el ocaso. Mientras chapaban algunos chiringuitos, parejas de arrumacos, patinetes a toda mecha. Tipos que caminan deprisa y si no fuera por el pinganillo parecen locos que hablan y se enfadan solos. Menos mal que allá al fondo en los espigones se encañaban los primeros pescadores, no precisamente de almas, pero sí hombres pacientes y rompeolas de paz ajenos a la mundanal bulla y corte;-)
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