Los enfadados

Nuestro hogar está poblado de buena gente que vive en democracia y tolera las opiniones diferentes a la suya

Nos falta orgullo de país. Ahora que viajar al extranjero no es tan fácil como antes, recomiendo aprovechar puentes, festivos y vacaciones para descubrir uno de los lugares más privilegiados de la tierra: Nuestra casa. Pocos lugares hay en el mundo donde quien quiera que lo haya creado haya sido tan generoso con sus habitantes. El clima es amable y variado; hay espacio para quien ame la montaña, sus bosques y ríos; también miles de kilómetros de costa, azul en ocasiones, enrabietada con olas blancas en otras. La cultura se desparrama allá por donde vayas en forma de catedrales, colores y sonidos; la gastronomía es excelente, diversa y saludable; las ciudades grandes permiten pasear por ellas todos los días del año; las pequeñas acumulan plazas llenas de vida.

Nuestro hogar está poblado de buena gente que vive en democracia y tolera en general las opiniones que difieren de la suya; es una sociedad que vive bien, con uno de los mejores sistemas públicos de sanidad que se conocen; con buenas comunicaciones, y la amabilidad como norma generalizada. Es un país libre y democrático donde todas las ideas son defendibles y en el que es posible ser vasco, catalán o andaluz y enriquecernos entre todos en una identidad plural común. Sabemos desde hace siglos que somos pequeños, pero miramos al futuro con ilusión y un deseo de vivir que ayuda generación tras generación a superar las pocas oportunidades que ofrece un mercado laboral insuficiente. Tenemos nuestras discrepancias, a veces de fondo, y otras con importantes dosis de artificio; y por supuesto no somos ajenos a las incertidumbres que el futuro depara al ser humano.

Basta con ver que son muchos los que arriesgan su vida atravesando mares por llegar a donde nosotros vivimos, para comprobar que efectivamente somos unos privilegiados; lo que contrasta con otros que se quieren ir y sobre todo con las voces que a falta de argumentos gritan que vivimos en un gulag comunista donde gobiernan terroristas y delincuentes. Tal sobreactuación se debe a intereses propios, resentimientos y amargura por derrotas pasadas, y, sobre todo, porque la única España que les gusta es aquella en la que ellos manden. Y como no lo hacen están enfadados. Pero lo mejor de nuestro país es que no es de nadie en concreto, sino de todos los afortunados que en él vivimos, del sol que nos alumbra, la lluvia que nos refresca , y la tierra y el mar que nos alimentan. Cuando comprendan esto, se les pasará el cabreo y tendrán que aprender a sonreír .

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