Bajo los escombros

La vida cotidiana se ha detenido para las víctimas que, mientras tanto, están viviendo en campamentos

Por algún motivo no dudo de que, con bases científicas, la ONU estableció que el tiempo dedicado para poder rescatar a las víctimas tras una catástrofe natural fuese de 72 horas. Tres días. Parece coherente que se hicieran consultas a los médicos expertos ya que, éstos, aseguran que la posibilidad de que una persona que está físicamente enterrada, atrapada bajo los escombros durante más de 100 horas, es del todo inusual. Llevamos doce días desde que se produjeran dos fuertes seísmos de magnitud 7,8 y 7,5 en la escala de Richter que han provocado ya más de 90.000 muertos entre Turquía y Siria. La orden de que se retiren los rescatistas provoca estupor, de hecho, los grupos españoles ya han regresado a casa mientras que otros equipos turcos dicen que aún escuchan voces debajo de los escombros. La mayoría de los que han sido rescatados con vida han sido bebés que respondían a estímulos de diferente manera cuando eran abrazados y abrigados por los hombres salvadores. Un joven adolescente dijo al ser extraído de entre los escombros, y ya protegido en la camilla que lo llevaría al hospital a curar sus heridas, que había sobrevivido porque había bebido su orina. Abdulbaki Yeninar, que estuvo enterrado 198 horas junto a su hermano, dijo que sobrevivió comiendo proteína en polvo. Es decir, que aún hay numerosas personas vivas bajo los escombros porque el terremoto se produjo sobre las cuatro de la madrugada, hora en la que habitualmente se está durmiendo, y cabría la posibilidad de que en esos huecos de vida hayan podido, incluso, acceder a algún alimento que pudiera sostenerles con vida. Por ello se debería continuar con los rescates. De otro modo, al menos a mí, me queda la sensación de que prima el espíritu administrativo antes que el humano y aunque me cueste escribir lo siguiente se estaría matando a gente que está viva. La vida cotidiana se ha detenido para las víctimas que, mientras tanto, están viviendo en campamentos. Se ha detenido el hecho de ir al trabajo, al colegio, al médico, al teatro, a clases de música o los tiempos de pasear al perro. La vida que a esta pobre gente le toca enfrentarse es dedicarse a sobrevivir y a resucitar sus costumbres. Se aprende de todo, en este caso, a pesar de lo que los médicos hayan aprendido, es que el ser humano nos sigue sorprendiendo. No tengan prisa y saquen a todos los que aún piden auxilio bajo los escombros porque hay supervivientes que han sido rescatados después de casi once días.

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