Notas al margen
David Fernández
Del cinismo de Sánchez a la torpeza de Feijóo
Mientras España arde por lo cuatro costados, las mangueras solo expulsan insultos, acusaciones y excusas de los políticos. Ya en 2022, ardieron más de 300.000 hectáreas ¿Y se tomó alguna medida? Este año hemos superado las 400.000. Pues, las mangueras seguirán escupiendo lo mismo y en los próximos años volveremos a batir el record de hectáreas incendiadas. Así es España.
Hemos conseguido hacer de España una nación disociada y afrentada. El alcalde de Barcelona está “trabajando incansablemente por la paz, la justicia y el reconocimiento de los derechos del pueblo palestino”, algo que me parece muy loable, humano y que todos debiéramos hacer. Pero como alcalde de Barcelona también debiera de trabajar incansablemente por acabar con la discriminación lingüística o institucional hacia quienes se sienten españoles en Cataluña, así como por la exclusión simbólica o cultural de quienes no comparten la visión nacionalista del territorio. Muchas personas en Barcelona, y en Cataluña en general, se ven marginadas en el ámbito educativo, social y cultural. Pero eso, no solo le importa un bledo, sino que toma postura a favor de la discriminación.
Ocurre, en esta España disociada, que las contradicciones, si no fuese por lo trágicas, alcanzan la astracanada. Hace 85 años que terminó nuestra Guerra Civil (“Incivil” que llamaría el maestro Alcántara), 50 años que murió Franco, 47 que el pueblo español, con amplia mayoría, se dio una Constitución por la que regirse en paz y democracia. Pues bien, he aquí la fecha en que, por virtud de una ley totalmente sesgada y torticera históricamente, denominada “de memoria Democrática”, gritar ¡Viva Franco! puede interpretarse como exaltación al régimen dictatorial y conlleve penas por delitos de odio o humillación de las víctimas. Pero vitorear a presos de ETA o hacer homenajes a etarras, como en las fiestas de Bilbao o Navarra, cuando la sangre de sus víctimas corre aún caliente en sus manos, se considera “libertad de expresión” y, por tanto, no es delito, aunque haya apología expresa del terrorismo y humillación a las víctimas. Y lo peor es que, los políticos que representan a estos terroristas, son socios parlamentarios del Gobierno de la Nación y, por tanto, el partido que dirige su presidente, cómplice de ellos. España no solo está invertebrada como escribió Ortega y Gasset, está dislocada, disociada y afrentada. Mal camino si no hay un criterio uniforme y un respeto absoluto a los demás, a las Instituciones, a ley y a la Constitución. De no ser así, España puede acabar incendiada, pero no por las consecuencias del cambio climático o los pirómanos veraniegos, sino por como la incendiaron nuestros cercanos antepasados.
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