Europa, vieja gloria

14 de agosto 2025 - 03:05

Trump y Putin –qué débiles son a veces las diferencias entre demócratas que actúan como autócratas y autócratas puros– se reunirán para tratar de Ucrania marginando a Zelenski y a Europa. Es una prueba no solo de la fuerza de dos superpotencias –debilitadas frente a los gigantes asiáticos, pero aún poderosas– sino de la debilidad de Europa. La reunión telemática preparatoria (de la que Sánchez ha sido excluido) es el humillante papel que Trump ha reservado a los líderes europeos que previamente, menos Hungría, firmaron una inútil declaración exigiendo el alto el fuego ruso y la devolución de los territorios ocupados como condiciones para la paz.

Europa, está claro, pinta poco en la política internacional. Y pintará menos cada vez. Se puede decir de ella lo que Valle-Inclán de España en Luces de bohemia: “Todas las grandezas de España son viejas” (puestos a citar, es tentador, dado como están las cosas en nuestro país, recordar lo que dice el sepulturero: “En España el mérito no se premia. Se premia el robar y el ser sinvergüenza”).

En Europa, una aventura inacabada (Losada), Zygmunt Bauman reflexionaba sobre el eclipse de Europa en el tránsito de la modernidad a la posmodernidad que él tantas veces definió como líquida, en el universo globalizado que lo ha mercantilizado todo, incluida la vida humana, separando como nunca antes se había hecho poder y política (en el sentido griego del término que ligaba la politeia, el gobierno de la ciudad-estado, y la paideia, la educación como formación del ciudadano).

La aventura inacabada de Europa es la renuncia a sus principios, su cultura, su larga lucha de raíz judeocristiana y grecorromana por las libertades, los derechos, el bien común, la dignidad de todo ser humano. Bauman, como Steiner en su breve e imprescindible Idea de Europa (Siruela), no los daba por perdidos, aunque ambos advierten de su actual fragilidad y de la necesidad de perseverar en sus valores. Por desgracia nada parece indicar que se esté haciendo. Mientras cae en una absoluta irrelevancia política, su destino parece ser convertir las ciudades en parques temáticos, las iglesias en museos (otra vez Valle-Inclán: “Su religión es una chochez de viejas que disecan al gato cuando se les muere”) y los museos en panteones de pasados esplendores.

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