Fabio Rivas

Las feministas feas

Mitologías Ciudadanas

09 de agosto 2019 - 01:31

Seguramente todos ustedes conocen la fábula de la zorra y las uvas. Se le atribuye a Esopo su autoría. La cosa va de una zorra hambrienta y sedienta que ve un delicioso racimo de uvas maduras. Salta para alcanzarlas, pero al darse cuenta de que están demasiado altas, las desprecia con la cantinela de que no están maduras. Años después, nuestro Félix María de Samaniego -sin saberlo, "avant la lettre", es decir anticipándose en cerca de dos siglos a mi nacimiento, esfuerzo que le agradezco profundamente-, me dedicó, y forma parte de mi educación sentimental, una versión naif y versificada de esta fábula. Estos son los versos que me dedicó: "Es voz común que, a más del mediodía/en ayunas la zorra iba cazando. /Halla una parra; quedase mirando/ de la alta vid el fruto que pendía. /Causábale mil ansias y congojas/no alcanzar a las uvas con la garra, /al mostrar a sus dientes la alta parra/negros racimos entre verdes hojas. /Miró, saltó y anduvo en probaduras; /pero vio el imposible ya de fijo. /Entonces fue cuando la zorra dijo: /"¡No las quiero comer! ¡No están maduras!"/No por eso te muestres impaciente /si se te frustra, Fabio, algún intento; /aplica bien el cuento/y di: ¡No están maduras!, frescamente".

La moraleja de esta fábula es que con frecuencia los humanos fingimos despreciar aquello que en secreto deseamos, pero nos resulta difícil alcanzar. Eso es lo que me enseñó Samaniego con su fábula. Luego, ya por mi cuenta, aprendí que esto sucede porque nos da miedo asumir nuestros propios límites, nuestra fragilidad e impotencia; porque aceptar todo eso, ante los ojos de los demás, nos mostraría aún más débiles y frágiles de lo que somos, más abatibles, sin caer en la cuenta de que precisamente ahí, en asumir los propios límites, radica nuestra fuerza, la posibilidad del cambio y la mejora.

En fin, que algo de eso debe haber en ese candidato de VOX a las elecciones europeas, ahora ya diputado de la Eurocámara, cuando se refería a "las feministas feas". ¿Feas? Mujeres fuertes, hermosas, que en silencio, y cuando hace falta tronando, pelean por su libertad y sus derechos, por la dignidad de ser legal y legítimamente igual a los hombres, para que se acabe de una puñetera vez esa violencia a veces paternalista y silenciosa, otras ensordecedora y cruel -puro ensañamiento- que, a menudo, se ejerce sobre ellas.

¿Pero, en realidad, cree el susodicho eurodiputado que las uvas no están maduras? Pues sí, están maduras, dulces y jugosas. Y si no se llega a ellas, hay que asumirlo, ayudándose de paso de unas escaleras, ya que efectivamente las uvas, a veces, están más altas que uno.

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