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SIN buscarlo me encontré en el epicentro del caos. La fila 17 era la primera de la zona B. Delante había un pasillo que separaba las butacas más caras y hacía de salida de emergencia. De pronto, un grupo de personas comenzó a solicitar su asiento. La fila 16 B no existía. Después de increpar a la organización, algunos decidieron arreglar el problema por su cuenta y se adueñaron de las sillas -de lo más incómodas, todo hay que decirlo- que estaban vacías, por lo que dejaron de pie a los que llegaron más tarde. Los ánimos se caldearon tanto que el espectáculo comenzó mucho antes de que los artistas salieran al escenario. Después de recolocar a la gente y eliminar el citado pasillo, abucheos y gritos vaticinaron lo peor. El sonido no llegaba a las gradas altas y el cabreo empañó el inicio de una actuación que al final resultó espléndida.
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