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Igual que cuando quiso ser alcalde de Sevilla por vez primera, Juan Espadas fracasará la primera vez que intenta ser presidente de la Junta de Andalucía. Mañana sólo hay una duda: si su fracaso se quedará en absoluto, por perder la mayoría ante Juanma Moreno y ver desvanecerse cualquier posibilidad de instalarse en San Telmo, o alcanzará la condición de estrepitoso, si baja de los 33 diputados de Susana Díaz.
Espadas es un buen candidato, con experiencia de gestión, instalado en la moderación, con mano izquierda desde las instituciones, y ha ido a más durante la campaña. Pero viaja con una mochila tan llena de piedras y una herencia tan deteriorada que necesitaría ser un titán para culminar la travesía con éxito. Y un titán no es. De hecho, mochila y herencia han sido asumidas y engordadas por él mismo con total voluntariedad, entrega y esmero.
A ver. Espadas es el candidato de Pedro Sánchez. Sánchez lo designó y lo impulsó para liquidar a Susana, y todo lo que ha hecho Espadas desde hace un año para replicar la política del Gobierno andaluz PP-Cs ha sido defender la política del Gobierno nacional PSOE-Podemos. Eso incluye lo positivo (salario mínimo, Ertes durante la pandemia, reforma laboral, compromiso con la defensa occidental), pero también los pactos con el soberanismo antiespañol, los indultos a los sublevados del 2017, el carajal con Marruecos y con Argelia, el gobierno por decreto y el deterioro de las instituciones y, sobre todo, la inflación galopante -lo que más empobrece a la gente corriente- y una crisis económica cuya reversión se aplaza y hasta se pone en duda que llegue el año que viene. Al final la economía acaba siendo lo decisivo a la hora de votar.
El candidato socialista ha aceptado sin rechistar el encargo de su jefe. Daba la impresión de que su gran objetivo en la campaña era obligar al PP a gobernar con Vox (diciendo lo contrario, eso sí). Que es precisamente lo que le conviene a Pedro Sánchez para las elecciones generales. También heredó, Espadas, un partido hecho polvo por la inesperada pérdida del poder en 2018, desconcertado y servil a regañadientes ante el sanchismo, al que se le ofrece desde el principio una estrategia errónea que parte de dos premisas falsas: que Juanma Moreno iba a ser rehén de la ultraderecha y que iba a privatizar la sanidad y recortar la educación. Nada de esto ha pasado, según opinan los ciudadanos.
Por todo eso fracasará Juan Espadas.
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