ME dicen a veces, los que leen esta columna, que de mis escritos se deduce que el mundo va, incluso, peor de lo que creemos, que en este país las cosas no funcionan, y tienen por supuesto su parte de razón. Están la situación como para ser crítico, hasta el punto de pecar de negatividad. Pero hoy vamos a cambiar de registro, no se puede ser tan agorero. Hasta en estos tiempos hay señales de esperanza. El viernes y el sábado pasado se celebró en nuestra provincia La Gran Recogida, una iniciativa de Bancosol, el banco de alimentos de Málaga que, con la ayuda de la Fundación La Caixa, pretendía recoger la máxima cantidad de alimentos con el fin de auxiliar a las miles de familias malagueñas que se enfrentan a la más absoluta pobreza. En Andalucía, en pleno siglo XXI, ha vuelto el fantasma del hambre con imágenes que parecen salidas de la posguerra.
Como fin de la campaña se marcó el objetivo de alcanzar la recogida de unas ciento cincuenta toneladas de comida, para lo que se contó con la colaboración de unos doscientos treinta establecimientos repartidos por toda la provincia y de unos dos mil voluntarios de todas las edades, sectores y estratos sociales. La iniciativa, en sólo dos días, logró reunir más doscientas veinticinco toneladas de alimentos básicos, con los que se calcula se podrá alimentar a varias miles de familias malagueñas, durante varios meses, que se encuentran en un estado de necesidad extrema.
A pesar de la época gris que vivimos, o quizás por ello, la ciudadanía se volcó con el proyecto, contagiados por las ganas de los dos millares de voluntarios, muchísimos jóvenes, que llevaron esta fiesta de la solidaridad a todos los puntos de nuestra geografía, demostrando que con voluntad se puede conseguir más de lo que muchas administraciones hacen enterrando miles de millones.
Tuve la suerte de ser uno de los más de trescientos voluntarios, entre profesores, antiguos alumnos, padres y, fundamentalmente, alumnos, que el colegio San Estanislao de Kostka movilizó para la ocasión, recogiendo todos ellos una cantidad entorno a los veinte mil kilos de comida. Pero lo importante, lo emocionante, fue ver como universitarios, alumnos de bachillerato y de secundaria se mataban a trabajar con alegría, con ilusión, con la única recompensa de hacer algo bueno, y hacerlo bien.
Los jóvenes no quieren ser 'ni-nis', sólo necesitan cauces y oportunidades a partir de los cuales demostrar todo lo que son capaces de hacer. Estos días los malagueños, y especialmente los jóvenes, han demostrado lo que podemos conseguir unidos. Una llama de esperanza en estos tiempos tan duros.
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