Alto y claro
José Antonio Carrizosa
Vox, un estado de ánimo
Recordaba ayer que el pasado julio se cumplió el centenario del nacimiento de Mikis Theodorakis y que el próximo octubre se cumplirá el de Manos Hadjidakis, los dos músicos que hicieron universal a partir de los años 60 –con los éxitos internacionales de sus músicas para Nunca en domingo y Zorba el griego– la segunda edad de oro, y la más conocida fuera de Grecia, del rebétiko, la música nacida en los suburbios por obra, sobre todo, de los refugiados de las persecuciones turcas. Ellos fusionaron la música tradicional con la contemporánea sin arrancar nunca la raíz popular. Por eso Theodorakis fue más grande cuanto más se alejaba de sus cantatas y obras sinfónicas y más se daba a la reinvención de música griega tradicional en sus composiciones para la representación de tragedias clásicas y el cine –Fedra, Electra, Zorba el griego, Z, Las troyanas, Serpico– y en sus extraordinarias canciones que tuvieron en Maria Farantouri su mejor intérprete.
Pero, en mi opinión, Manos Hadjidakis fue aún más grande componiendo también para el teatro –tuvo una larga colaboración con el Teatro Nacional de Grecia–, salas de conciertos y cine, además de un asombrosamente extenso catálogo de canciones geniales. La clave de su grandeza, muy coherente en su fidelidad creativa a la tradición de la música griega interpretada con innovaciones tan radicales como delicadas, es la inspiración inagotable que le permitía unir, al igual que hacía con lo tradicional y lo innovador, la más alegre luminosidad con una melancolía que nunca llegaba a herir, aunque sí siempre a emocionar. A veces dando preferencia a una sobre otra, aunque nunca abandonando del todo ninguna de las dos.
Si sus músicas para Nunca en domingo –su primer éxito internacional y Oscar gracias a la canción Los niños del Pire” cantada por Melina Mercouri– y Topkapi eran de una deslumbrante luminosidad, las que compuso para Blue o esa obra maestra absoluta de Elia Kazan que es América, América –una de las mejores bandas sonoras de la historia del cine– resultan conmovedoras hasta las lágrimas. Búsquenla. Óiganla. Su canción T’ Asteri Tou Voria es, con el Paese mio que Nino Rota compuso para Rocco y sus hermanos, el himno de todos los exilios y desarraigos. Grande, sí, muy grande Manos Hadjidakis.
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