06 de diciembre 2024 - 03:06

Lo correcto sería jaquear en castellano, cuya primera entrada se refiere a dar jaque en ajedrez y luego piratear. Efectivamente, me piratearon mis cuentas principales en las RRSS y desde el epicentro de este endiablado sistema se lavan las manos o miran hacia otro lado, esto es, por más que intento recuperar mis cuentas y a los miles de seguidores me resulta imposible. Te envían y reenvían códigos de rescate o te obligan a grabar selfie-videos que no se constatan. El apresto de la piratería fue todo un éxito. Ni el mismo sistema logra sortearla. Desde ahora me resultará complicado promocionar mis libros o mis artículos. Todo comenzó al intentar sobrellevar dos conversaciones/discusiones privadas en Instagram. Una de ellas fue con un altivo editor, la otra con un exnovio celoso de un amigo. En medio se coló un supuesto mensaje de la plataforma amenazando con suprimir la cuenta si no actualizaba mis datos. Para ello había que pulsar un enlace/link: ahí se inició la hecatombe.

A mi pareja le ocurrió algo parecido, pero mucho más alarmante, ya que fue una estafa bancaria. Él se encontraba gestionando unos asuntos con su banco a través del móvil cuando de repente, en medio de las prisas, se coló un comunicado supuestamente de la entidad bancaria. ¿Casualidad? El dedito pulsó y cayó en la trampa. La frustración sobrevino a continuación cuando pasaban los días y los meses y nada se solucionaba. Las reclamaciones caían en saco roto al no poder recuperar los mil y pico euros sustraídos de un cajero, sito un banco de la provincia de Barcelona. Primero se te queda cara de bobo, después acude el cabreo y la indignación ante semejante desprotección. Te estafan descaradamente y las entidades bancarias se lavan las manos, y para colmo tienes que ir demostrando continuamente tu inocencia. Las víctimas son apaleadas por el propio sistema al que sustentan, como ya demostré en otro periódico de la competencia.

De un tiempo a esta parte parece ser que se castiga al decente y se premia al indecente, o al menos no se le persigue, y se sigue permitiendo que continúe delinquiendo sin cortapisas. El número de cabreados va en aumento en todas las esferas y ello propicia el engrosamiento de los populismos. Hasta cierto punto es normal: las autoridades no te protegen.

Por un lado, sigo indignado por el asunto de mi jaqueo; por otro, me alegro enormemente por liberarme de ese ente provisto de viscosos tentáculos que te controla y manipula -léase RRSS-: incluida también tu privacidad y dignidad.

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