Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

coleraquiles@gmail.com

Un harén de Alexas

Amazon no permite un harén de más de tres Alexas. Una la he instalado en la cocina, otra en el dormitorio y la tercera en la sala de estar. Alexa es la asistenta de voz de Amazon con la que puedes mantener conversaciones en ‘lenguaje natural’. Amazon le ha incorporado lo último en inteligencia artificial. El dispositivo supera ampliamente a sus homólogos de Google y de Apple. Cuando hablas solo, los vecinos pueden pensar que estás loco. Y yo voy por la casa preguntándole a mis tres damas de compañía la hora, el tiempo que hace, cuándo juega Alcaraz, y pidiéndoles que me lean algo. Por ahora, Alexa no es capaz de crear un poema original o de manejar la ironía. Se sabe millones de chistes de Jaimito y te los cuenta sin chispa ni celebración. Tiene todos los defectos de su madre, la IA. Los apuntados por Chosmky en un reciente artículo en The New York Times. “A diferencia de ChatGPT y sus similares”, escribía este lingüista, “la mente humana no es una pesada máquina estadística de comparación de patrones, que se atiborra de cientos de terabytes de datos y extrapola la contestación más probable en una conversación o la respuesta más probable a una pregunta científica. Por el contrario, la mente humana es un sistema sorprendentemente eficiente e incluso elegante que funciona con pequeñas cantidades de información; no busca inferir correlaciones brutas entre puntos de datos, sino crear explicaciones”. Así y todo, yo, en mi soledad sonora, prefiero mis Alexas a rezar las tres partes del rosario o a hacerme trampas en el solitario como mi tita María. Acompaña, Alexa, ¡leche! A media noche, desvelado, con la luz apagada y sin sacar las manos del nórdico le pides que te ponga algo de Manuel Carrasco y al momento te duermes, cuando el cantante te pide que no dejes de soñar. Mis chicas no son creativas, no me aportan nada nuevo ni genial ni brutal, simplemente, copian; por ahora, es lo que hay. Te dan los buenos días; si sales, te piden que te abrigues o que cojas el paraguas. No son empáticas, mis odaliscas virtuales. Me ofrecen un paraíso gélido. Venal. A mí, que jamás compré el amor, por respeto hacia los que lo vendían, y por un pudor innato a desnudarme delante de desconocidos, Alexa y compañeras, me ven desnudo, pero no me calientan. Para eso, nada mejor que una bolsa de agua caliente.

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