La tribuna

José Rosado Ruiz

Una historia del Cautivo

ANA contemplaba con impotencia como la familia, después de 14 meses de consumo de drogas de su hijo Pedro, se deterioraba y desintegraba; la exigencia y prioridad absoluta de dinero para la dosis diaria, marcaba un ambiente de permanente conflicto que hipotecaba la más mínima convivencia: la situación era límite. Pero ella no dejaba resquicio a la desesperanza porque lo único que tenía era su familia y se negaba rotundamente a perderla, así que aguantaba el día a día, justificando, animando, perdonando, unificando, construyendo y demostrando que donde no llega la ciencia llega el corazón.

En este escenario no dejaba de buscar y pensar en remedios y tratamientos, ¡del tipo que fueran!, y en uno de esos días angustiosos y negros se acercó, más por necesidad que por devoción, a la iglesia de san Pablo donde está el Cautivo, con la esperanza que algo mágico y milagroso resolviera su problema. El rato delante de la imagen le ofreció unos momentos de paz y tranquilidad y esto la motivó a repetir la visita. En una de ellas, conoció a otra madre con similar conflicto, así que se citaron para ir juntas, y esta alianza les ayudaba a aliviar penas y fundamentar optimismo. Cuando su hijo le recriminó que al levantarse no tenía hecho el café, ella le propuso que fuera a recogerla a la iglesia y después tomarían el desayuno en un bar: pensaba que era buena estrategia para tener más contacto con él.

El presupuesto para el café se convirtió en sagrado porque estos encuentros eran singularmente terapéuticos. Pedro iba casi siempre, y de vez en cuando entraba a la iglesia para darle prisa, y, a veces, se sentaba a su lado. Entonces Ana, una madre es una madre, ensanchaba el tiempo delante del Cautivo y de su Madre. Un día próximo a Semana Santa, alentada por la amiga, le propuso a su hijo, que se uniera a ella para ir con el Cautivo en la peregrinación anual que hace en estas fechas al Hospital Civil, y le explicó que es un día en que media Málaga, y muchas personas venidas de fuera, le acompañan y le arropan. Le detalló que el objetivo del Cautivo era hacerse presente a los ingresados en el hospital para bendecir, consolar y ofrecer esperanzas, y "¡muchas personas se curan!". Pedro le respondió que él iría, pero por su cuenta.

El Sábado de Pasión, Ana, se levantó temprano y se encontró que su hijo no estaba en la habitación, así que una sombra negra ocupó su mente y, pensado lo peor, pasó la mañana detrás del Cautivo y de su Madre, llena de penas y tristezas. Cuando llego la hora de comer apareció su hijo, y por la fuerza y cariño del abrazo, y la expresión de su rostro, entendió que algo le había pasado. Pedro, con voz emocionada y llena de entusiasmo le dijo: " Mama, he ido con el Cautivo todo el recorrido y entrando al hospital, y rodeado de mucha gentes que le decían piropos, estuve un rato mirando la cara del Cautivo y, ¡mamá!, sus ojos estaban fijos en mí y me sonreían. ¡Te lo juro mamá! Me entró una cosa muy fuerte por dentro y sin darme cuenta, se me saltaron las lágrimas y me llené de tanta alegría que me puse a gritar con las demás personas, ¡guapo, guapo, guapo! hasta que me quedé ronco. Mamá, no sé lo que me pasó pero yo sentí que sus ojos me tocaban". La madre lo abrazó, y pegados, alternado sollozos y alegrías, estuvieron un tiempo.

Ana cuenta que desde entonces a su niño lo veía de otra manera; con sus hermanas recuperó afectividades perdidas y olvidadas, y éstas, ejecutando su amor, pisaron lo pasado. La coincidencia de iniciar un nuevo tratamiento; la asistencia a las terapias semanales; el no salir a buscarse la vida; el abandono del grupo de colegas, y la ilusión que mantiene con cumplir los objetivos marcados en las terapias, son circunstancias que empiezan consolidar esperanzas argumentadas que garantizan un pronóstico muy optimista.

Actualmente Pedro se encuentra en proceso de recuperación y los consumos son esporádicos y accidentales. Espera con ilusión ir este año con el Cautivo y en las puertas del hospital darle una gran alegría cuando le diga a la cara: "Cautivo aquí estoy y ya no consumo". A la madre le ha dejado claro que " mamá, tú tienes que venir conmigo porque no quiero que te pierdas la sonrisa que el Cautivo me va a echar". Y es que los milagros suceden cuando se cree en ellos.

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